27 de enero de 2012

Se nos ha ido Pepe Peregil

Sevilla ha terminado de escribir un nuevo capítulo de su historia, ese que tenía reservado en el apartado de personajes ilustres a Pepe Peregil.


En esta tarde fría y nublada de un mes de Enero que parece no acabarse nunca, la barra del Quitapesares ha quedado en silencio.
Un silencio que apaga para siempre esa coplilla que de forma espontánea nacía a mitad de la noche desde las mismas entrañas de la Plaza Jerónimo de Córdoba, Rialto para aquellos que gastamos nuestros primeros ahorrillos en un cine que ahora es supermercado.
Un silencio que calla una de las voces que más fuerte y alto habían clamado contra el abandono al que unos y otros han condenado a Santa Catalina, ese problema de todos y a la vez de nadie.
Un silencio que deja huérfana la entrada de la Virgen de las Aguas en su capillita del Museo la noche del Lunes Santo, que enmudece el caminar del Cristo del Amor entre los naranjos del Salvador, que deja un hueco irremplazable en la amalgama de saetas que despiden a la Soledad cuando la Semana Santa tiene su epílogo en San Lorenzo.
Un silencio que arrastra consigo un pedazo de nuestra Sevilla, de esa Sevilla entrañable que empezamos a descubrir de la mano de nuestros padres y abuelos, de esa Sevilla sencilla y afable que poco a poco se apaga, que poco a poco se pierde y que ya nunca, nunca jamás, volverá a repetirse.
Se nos ha ido Pepe Peregil, Descanse en Paz.


23 de enero de 2012

La Sevilla que pudo ser: Una plaza frente a la Catedral

Normalmente en este blog solemos analizar la “Sevilla del presente”, mirar con nostalgia la “Sevilla del pasado” o aventurarnos con incertidumbre en la “Sevilla del futuro”.
Hoy daremos una vuelta de tuerca y hablaremos de otra Sevilla, la “Sevilla que pudo ser”, una Sevilla irrealizada que, por un motivo u otro, nunca llegó a plasmarse en la realidad.
Para ello traemos un proyecto que habría cambiado a buen seguro la imagen de la zona más emblemática de la ciudad, el entorno de la Catedral, si se hubiera concretado.
Un proyecto que hoy nos parecería una locura, inconcebible, utópico, pero que estuvo a punto de llevarse a cabo varias veces, llegando a contar incluso con licencia de obras concedida y plazos marcados.
Un proyecto que pretendía crear una inmensa Plaza frente a la fachada principal de la Catedral abarcando las Puertas de San Miguel, de la Asunción y del Bautismo, llegando hasta las calles Dos de Mayo y Arfe, a costa de demoler la inmensa manzana donde hoy se encuentra, por ejemplo, la Plaza del Cabildo.


Para comprender esta “dinámica” consistente en derribar edificios para crear espacios públicos sin que nadie se lleve las manos a la cabeza hemos de remontarnos al París de 1853, cuando Napoleón III concede al Barón Haussman, prefecto del Sena, plenos poderes para hacer y deshacer lo que considere oportuno con tal de transformar la capital francesa en el principal referente del urbanismo mundial.
Haussmann no tiene miramientos y demuele casi al completo la ciudad heredada del medievo, Renacimiento e incluso Ilustración, levantando en su lugar una urbe moderna que tendrá un trazado geométrico, lineal, con amplias avenidas, bulevares y parques.
De forma menos radical, el plan de París es imitado por la práctica totalidad de capitales europeas, que incrustarán progresivamente en su casco histórico estos iconos urbanísticos de los nuevos tiempos.
Y así la piqueta echa a andar en Barcelona, en Londres e incluso en Roma, donde se demuelen palacios e iglesias frente al Vaticano para crear la Via della Conciliazione.


Sevilla no se queda atrás en esta "moda" de derribo y ensanche. En una amplia horquilla de tiempo, Mateos Gago, Jaúregui, Imagen o San Pablo pasan de ser estrechas callejuelas que apenas dejaban pasar la luz del sol para, en el peor de los casos, permitir ahora la entrada de autobuses y tranvías.
Aunque nada comparable con la que podría considerarse “operación estelar” en la modernización forzosa del urbanismo hispalense: la Avenida de la Constitución, único tramo finalizado de un ambicioso plan que pretendía crear dos grandes Ejes que atravesarían la ciudad de Norte a Sur y de Este a Oeste y que se llevó por delante edificios de gran valor histórico como el Colegio de Santo Tomás (en la foto inferior) o la Universidad de Santa María de Jesús.


En este contexto, donde derribar para ampliar se consideraba positivo y hasta necesario, no resulta extraño que recién estrenada la década de los 40 se proyectara la apertura de una nueva Plaza frente a la fachada principal de la Catedral, imagen que, de haberse realizado, sería hoy sin duda uno de los iconos más importantes de la ciudad.
Un proyecto ambicioso que pretendía no sólo la creación de este espacio público, sino que además conectaba mediante el ensanche de dos calles la propia Avenida con el Paseo de Colón, mejorando de esta forma los accesos al barrio de la Carretería.
Curiosamente, todo surge de una forma algo rocambolesca: con una solicitud de licencia de obras para construir un frontón dentro de un solar que había quedado vacío junto al Colegio de San Miguel, hoy Plaza del Cabildo.
El Ayuntamiento analiza la situación, las necesidades, el contexto…. y decide en vez de un frontón construir una Plaza.
La decepción del propietario del solar debió ser mayúscula, aunque en realidad se le hiciera un favor, ya que su negocio no creo que hubiera tenido mucho futuro.
El proyecto es encargado a Juan Talavera, junto a Aníbal González y José Espiau uno de los arquitectos mas importantes del Regionalismo hispalense, estilo del que beberá esta nueva Plaza.


Ya metido en faena, Talavera propone en primer lugar la demolición de la manzana situada entre las calles Almirantazgo y Federico Sánchez Bedoya, además del Mercado del Postigo, que curiosamente él mismo había diseñado años atrás.
Sobre el inmenso solar resultante creará una Plaza de forma rectangular, con dos nuevos edificios de estilo neobarroco que conformarían las fachadas laterales, siendo todo cerrado por una galería porticada hacia la actual Arfe.
Un gran estanque central, hileras de naranjos, la puesta en valor del Postigo del Aceite: la Plaza rompería la monotonía de la Avenida, realzaría la fachada principal de la Catedral y de paso uniría la Sevilla Eterna con su Río, ya que también ensancha dos calles paralelas a Dos de Mayo que atravesarían el viejo arrabal de la Carretería.
El Ayuntamiento aplaude el proyecto, se conceden las licencias, se obtienen los permisos… peor no se hace nada, no hay dinero.
En 1943 la ciudad se declara en bancarrota: la Guerra y el endeudamiento tras la Exposición de 1929 eran dos terribles losas que pesaban demasiado. La Plaza debía esperar.
Porque en un principio el proyecto simplemente fue paralizado a la espera de que revirtiera la situación económica de la ciudad; de hecho se rescata en 1949 e incluso amplía en 1954 con una actuación mucho más ambiciosa que abarca hasta las cercanías de la Plaza de San Francisco o la Casa de la Moneda.
Pero la falta de presupuesto unas veces, el cambio de planes otras y la especulación siempre, dan al traste con todo.
Finalmente la construcción del edificio de la Consejería de Salud y, sobre todo la demolición definitiva del Colegio de San Miguel en 1967 sepultan el proyecto de Talavera para siempre.
Sobre su solar se levantará la Plaza del Cabildo, recoleto rincón desconocido para muchos sevillanos que pone un bello epílogo a esta historia, a este sueño y sobre todo a esta "Sevilla que pudo ser" y ya nunca será.
Para bien o para mal, juzguen ustedes.


15 de enero de 2012

Tierra de Bobos

Bienvenido a Tierra de Bobos, un lugar hostil para emprendedores, hombres de negocio y personas con vocación de servicio público.
Una Tierra que, si echáramos cuenta a la prensa catastrofista y manipulada, podría ser atravesada por una ardilla saltando de chorizo en chorizo sin necesidad de tocar el suelo. Pero como veremos a continuación, no hay nada mas alejado de la realidad.

Y es que, por el contrario, Tierra de Bobos es un país ingrato donde los miembros de su Casa Real no tienen mas remedio que inventar todo tipo de argucias para llegar a fin de mes y donde el Príncipe Heredero, según los datos de su salario hecho público en Diciembre, deberá alargar su vida hasta los 135 años si quiere terminar de pagar el palacete donde vive.
Una Tierra en la que sus políticos se ven obligados a mentir para que sus ciudadanos puedan ser felices: negando crisis, anunciando brotes verdes, desmintiendo subidas de impuestos o prometiendo pistas de esquí artificiales en ciudades que en verano superan los 40 grados de temperatura.
Una Tierra llena de envidiosos que critican la inclusión de personas cuya vida ha estado al servicio de los partidos políticos en EREs de empresas privadas tan sólo por no haber trabajado nunca en ellas; de gente sin criterio estético que prefieren ver aviones en un aeropuerto en vez de un coloso de 24 metros; de lenguaraces que no dan un duro a los partidos para que puedan seguir sirviendo al pueblo y encima se quejan cuando se buscan otras formas de financiación.
Una Tierra donde no queda otra que rescatar bancos e indemnizar a sus directivos arruinados por invertir en ladrillos con los que construir viviendas para el populacho, que encima se permite el lujo de protestar cuando hay desahucios por no pagar la hipoteca.


Una Tierra en la que usted puede cruzarse con tipos peligrosos como el señor de la imagen que, según la Sentencia 1/2012 del Juzgado de Instrucción nº 4 de Sevilla, podría cometer en cualquier momento un "acto de hostilidad" hacia tres inocentes chavales a los que considera "culpables de su sufrimiento". Menos mal que la Justicia existe y con suerte no sólo serán protegidos, sino convenientemente indemnizados.
Como podemos comprobar, una Tierra problemática y llena de injusticias, pero no se preocupe, está usted en Tierra de Bobos: aquí todo se olvida rápido y si no, siempre habrá alguien que le justifique ya que, al fin y al cabo, lo que hay son eso, bobos.

8 de enero de 2012

Mercado de la Puerta de la Carne


Si hubiera que ilustrar la definición de la palabra “abandono” con un edificio sevillano, ese podría ser el viejo Mercado de la Puerta de la Carne.


Basta subir el Puente de San Bernardo y, a través de los desvencijados ventanales proyectados por Gabriel Lupiáñez Gely y Aurelio Gómez Millán para iluminar la plaza de abastos, comprobar el desolador espectáculo que ofrece el sinfín de cajas y objetos de todo tipo amontonados en su interior.
Difícil sospechar que tenemos frente a nosotros una construcción valiente y atrevida que a finales de los años 20 introdujo la arquitectura racionalista en una Sevilla monopolizada hasta entonces por el regionalismo de los Aníbal, Talavera o Espiau.


Y es que desde el ya lejano 1999, cuando los placeros mudaron su actividad a lo que fue Estación de Autobuses de Cádiz, hasta nuestros días, el Mercado se ha convertido en un inmenso amasijo de cristales rotos, pintadas sin sentido, ventanas selladas, restos de incendios, suciedad y abandono. Sobre todo eso: abandono.
Proyectos, propuestas, ideas… han sido varios y variados los intentos que se sucedieron para darle un uso; todos diluidos conforme pasaba del tiempo. Un tiempo que se ha perdido, un tiempo que ha muerto, un tiempo que nunca podrá recuperarse.
Y es que el abandono, a fin de cuentas, no es más que una imagen congelada en el devenir de los acontecimientos sobre la que se ha dictado condena a languidecer, a marchitarse, a la ruina y, finalmente, a la desaparición.


En el abandono no hay sonidos, ya que el silencio es mudo; tampoco hay colores, porque no se puede iluminar la oscuridad; ni hay vida, ya que es imposible habitar la soledad.
Tan solo queda la esencia, el alma de las cosas, una amalgama de elementos inconexos a los que, únicamente, pueden dar sentido los recuerdos.
Por ello, para escuchar otra vez el murmullo de la blanca fuente que refrescaba el ajetreo y trasiego de los placeros, para volver a iluminar a través de los amplios ventanales las calles formadas por puestos de carne, fruta, pescado y todo tipo de género… en definitiva, para recordar, traigo estas imágenes del Mercado que una vez fue y que nunca, ya es imposible, volverá a ser.