A la antigua Fábrica de Sombreros de la calle Heliotropo le han sacado los colores.
Este edificio abandonado, construido hace casi 100 años por José Espiau, el mismo arquitecto del Hotel Alfonso XIII o de la Adriática, se había convertido en un símbolo estos últimos años dependiendo de donde soplara el viento: para unos de la dejadez y desidia de la ciudad con su escaso patrimonio industrial; para otros de la lucha social frente a la especulación urbanística; aunque hay que reconocer que para la gran mayoría simplemente es un desconocido.
Ante esta situación de abandono, uno o varios artistas, servidor no lo sabe, han realizado varios murales y trípticos en las paredes de la vieja fábrica que podrían catalogarse de “excepcionales” si se comparan con la plaga de pintadas y graffittis que asola la práctica totalidad de las calles sevillanas.
¿Arte urbano o gamberrismo? Juzguen ustedes.
En mi opinión, si estas pintadas estuvieran en la plaza de Santa Marta sería el primero en colgar al autor por la parte mas preciada de su anatomía, que él decida cual; pero estamos hablando de un lugar completamente abandonado que seguramente está aún en pie porque la crisis inmobiliaria no le da salida, ya que su suerte está echada.
Sin ir mas lejos el amigo Mode Ortiz colgaba hace poco en la página que el blog tiene en Facebook la imagen de la Fábrica de Sombreros que otro grande de la arquitectura regionalista hispalense, Antonio Arévalo Martínez, construyera por los años 20 en la calle Arroyo.
Hoy solo queda la fachada, ya que el resto fue demolido para construir un residencial con piscina. Idéntica suerte correrá a buen seguro la Fábrica de Vidrios de la Trinidad.
Así pues, ante el abandono por parte de los dueños, la desidia municipal y los deterioros propios de un edificio vacío con más de 100 años de historia que, posiblemente, será derribado si no hace antes su trabajo la ley de la gravedad, prefiero el colorido de estas pintadas a las ventanas tapiadas y los cristales rotos.
Sin ir mas lejos el amigo Mode Ortiz colgaba hace poco en la página que el blog tiene en Facebook la imagen de la Fábrica de Sombreros que otro grande de la arquitectura regionalista hispalense, Antonio Arévalo Martínez, construyera por los años 20 en la calle Arroyo.
Hoy solo queda la fachada, ya que el resto fue demolido para construir un residencial con piscina. Idéntica suerte correrá a buen seguro la Fábrica de Vidrios de la Trinidad.
Así pues, ante el abandono por parte de los dueños, la desidia municipal y los deterioros propios de un edificio vacío con más de 100 años de historia que, posiblemente, será derribado si no hace antes su trabajo la ley de la gravedad, prefiero el colorido de estas pintadas a las ventanas tapiadas y los cristales rotos.
Para mi es arte, sin duda
ResponderEliminarEs arte sin duda ademas muy currado
ResponderEliminarPues claro que es arte amigo Sergio.Arte, color y vida; frente al sucio y ajado ladrillo, al abandono y la desidia de calles que parecen no importarle a nadie.Pero ademas es homenaje y recuerdo; recuerdo de que no hace mucho, apenas dos años, allí ademas de grafitti, hubo flamenco, mimo, cine, teatro, cultura gratuita y debate social, ayuda a los vecinos, y homenaje, homenaje al espíritu de Casa Viejas siempre presente.En la Fabrica, como antes en el Pumarejo, los de siempre: los "legales" propietarios, no siempre lo legal es sinónimo de lo justo, con el silencio cómplice de nuestras autoridades políticas (se llego a prometer una expropiación), y la ayuda inestimable de nuestra siempre educada y cordial policía, acabaron con el sueño de una cultura alternativa, para volver a la suciedad y el abandono, las instalaciones infrautilizadas, mientras esperan, que se lo creen ellos, la llegada, de nuevo, de las "vacas gordas".por eso uno mi voz a la de esos jóvenes para gritar "POR CADA DESALOJO, UNA NUEVA OKUPACIÓN".Gracias por la entrada, y perdona el tochazo amigo Sergio.
ResponderEliminarLa primera obra la hizo mi amigo Jesús Cerezo en la Alameda de Hércules, es genial, su estílo es único.
ResponderEliminarGamberrismo de unos perroflas que no respetan nada. Ahora costará más rehabilitar espacios como la fábrica.
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