Seguimos buscando detalles de esa Sevilla olvidada que no sale en los libros de historia ni en las guías turísticas; esa ciudad que pasa desapercibida y languidece sin que apenas se repare en ella.
Hoy damos el salto hasta San Jerónimo, a la nueva Avenida que, sobre lo que antaño fueron las vías del tren, separa la vieja zona fabril de las modernas edificaciones de Torneo Parque Empresarial.
Allí, rompiendo la monotonía de la larguísima tapia que cierra las instalaciones de FASA Renault, se alza una bellísima y monumental portada de estilo neomudéjar entre jaramagos, escombros y las inevitables pintadas.
Formada por tres cuerpos labrados en ladrillo visto, enmarca el central, de mayores dimensiones, un arco ojival mientras los dos laterales presentan forma de herradura.
Si añadimos paños de azulejos similares a los que adornan muchos de los edificios de Aníbal González, almenas que parecen inspiradas en el mismísimo Costurero de la Reina amén de otros elementos propios del lenguaje arquitectónico que embelleció la Sevilla del primer tercio del siglo pasado, se nos hace difícil imaginar qué hace una portada con tales características en un paraje tan alejado de las zonas en que arquitectos y promotores dieron rienda suelta al regionalismo.
Para responder a esta pregunta hemos de retroceder hasta finales de los años 30, a una Sevilla arruinada por la Guerra y asfixiada por las deudas económicas adquiridas durante la Exposición Iberoamericana.
Para tratar de sacar a la ciudad de la profunda crisis en que se hallaba inmersa se decide potenciar el sector industrial, principalmente la aeronaútica, en pleno auge por el extraordinario desarrollo que había alcanzado la aviación y la creciente demanda de piezas y maquinaria por parte de los países europeos inmersos en la Guerra Mundial.
Así Sevilla ve levantarse el Aeropuerto TransOceánico de San Pablo mientras en las históricas huertas que desde la antigüedad daban forma a su periferia son implantadas las fábricas de empresas como la Hispano Aviación, CASA o la misma ISA, que se instalará en la zona Norte, más allá de las tapias del Cementerio de San Fernando, junto al histórico barrio de San Jerónimo, en el famoso Empalme.
Era éste el punto en que se enlazaban las líneas ferroviarias de Córdoba y Cádiz, un nudo de comunicaciones bastante importante para la época, en cuyos alrededores se habían establecido bastantes industrias, una refinería, además de zonas residenciales para los obreros, como las casas de la MZA.
Comentar que la aeronáutica era toda una novedad dentro del "escueto" tejido industrial hispalense, que tradicionalmente se basaba en fundiciones, corcheras y fábricas alimenticias.
Las nuevas instalaciones de ISA demandarán electricistas, técnicos, peones, mecánicos, obreros que desde Sevilla y alrededores franquearán todas las mañanas el arco ojival de la monumental portada que la empresa labrará frente a las mismas vías del tren.
Pero las bases de ISA eran débiles, limitadas, y la inversión inicial no se refuerza ni se mejora, con lo que en poco tiempo la industria queda anticuada, perdiendo competitividad. La demanda cae y para su subsistencia no queda mas remedio que diversificar la producción con ciclomotores, bicicletas o cajas de cambio.
Hasta que en 1966 el grupo Renault compra la totalidad de la empresa, cuyas naves e industrias son progresivamente demolidas de forma que a mediados de los años 80 prácticamente no queda ya nada de lo antiguo en pie.
Únicamente se mantendrá la portada neomudéjar, aunque no tendrá uso ya que la nueva entrada se realizará por Medina y Galnares, quedando como un simple adorno de la tapia que cierra la fábrica.
Hasta nuestros días….
A las viejas puertas de ISA ya no llega el tren, ni los obreros… por no llegar casi no llegan ni los recuerdos, ya que durante el buen rato que estuve por sus alrededores nadie supo decirme por qué rompían esos arcos mudéjares la monotonía de la tapia blanca.
Todo el mundo parece estar de paso frente a la vieja portada de la fábrica; hasta la misma portada, quizás en espera de ese golpe definitivo que entierre una historia de casi tres cuartos de siglo o que, en el mejor de los casos, alguien al fin le eche cuenta y otorgue su verdadero valor, el de ser una de las pocas joyas que aún nos quedan del cada vez mas exiguo patrimonio industrial hispalense.
Muchas gracias, Sergio
ResponderEliminarHace mucho que descubrí esta hermosa puerta, pero no pude nunca saber de qué era ni qué hacía allí.
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ResponderEliminarTantas veces pasando por delante para ir a trabajar...
ResponderEliminarGracias Sergio en nombre de la Sevilla que todavía sueña...
Un abrazo
Antonio
Todos los jueves la contemplo cuando voy a las clases de padel y es de agradecer que siga en pie, dando belleza a un entorno tan hostil.
ResponderEliminaruna entrada muy buena, haber si remuerde alguna conciencia.
ResponderEliminarun saludo
Aquí escuché a un antiguo compañero, que venían a recoger vainas vacías de las pruebas de tiro de los militares
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