19 de enero de 2011

Estructuras Sostenibles

Dicen que la investigación y el desarrollo (I+D) son imprescindibles para salir de esta crisis que se eterniza.

Dicen que para ser competitivos hay que arriesgar con nuevas tecnologías y sistemas alternativos a los de toda la vida que aceleren el ansiado cambio de modelo productivo.

Dicen que el ámbito de la construcción necesita renovarse y romper los clichés tradicionales para que empiece la regeneración del sector.

Dicen que en esta nueva etapa que está tardando tanto en abrirse (demasiado), ecología y sostenibilidad jugarán un papel fundamental.

Dicen que el reciclaje puede fomentar a la creación de empleo y evitar que en plazo medio-largo se agoten los recursos.

Todo ello lo han llevado a rajatabla los dueños de esta nave, valientes pioneros que haciendo frente a Newton y sus leyes de la Gravedad no han dudado en revolucionar el mundo de la física con un sistema estructural novedoso, barato, limpio y 100% sostenible (porque el techo, no es broma, se sostiene).

Ahora sí, estamos en el camino: la Tercera Modernización, al fin, ha llegado. Solo falta que no se caiga.

16 de enero de 2011

¿Tengo que subvencionarlos?

El tema de los apoyos que un selecto y predecible grupo de artistas patrios (sobre todo relacionados con el llamado séptimo arte) está realizando a la Ley Sinde me recuerda las visitas que hacían las folclóricas al Pardo para rendir homenaje y pleitesía a Franco cuando su cumpleaños.

Salvando las distancias, el concepto es el mismo: artistas agradecidos apoyando “algono constitucional para que les siga dando de comer. Lo que viene siendo “mamar de la pera limonera” en lenguaje coloquial, en este caso de la “pera limonera” de las subvenciones.

Porque el cine español contemporáneo no se entiende sin las subvenciones de papá Estado y Autonomías, subvenciones que, por supuesto, salen del bolsillo de los españoles, entre los que se encuentran esos “terroristas internautas” a los que aludía Manuel Gutiérrez Aragón hace pocos días.

Ya que estamos metidos en cine, guionizaremos el asunto: el terrorista Pérez trabaja, el terrorista Pérez paga sus impuestos y parte de éstos se usan para que Santiago Segura contrate a Paquirrín en la enésima secuela de Torrente o El Hormiguero se quede sin experimentos las semanas que se ruede Campamento Flipy.

Eso sí, el terrorista Pérez no puede acceder libremente a esa “cultura” que se apoya con su dinero, ni a ninguna otra, para que no mueran de hambre los sufridos subvencionados (Rosarillo Flores dixit) porque, como todos sabemos, cada vez que uno enciende el Emule se vacía el frigorífico de un artista. Un drama.

De esta forma Rosarillo y amiguetes justifican por ejemplo, la pésima recaudación del cine español con las descargas de internet, aunque en realidad lo que hacen es demostrar que no tienen ni idea de cómo está el patio, algo parecido a cuando los políticos comparan una subida de impuestos con el precio de un café. Sólo hay que echar un vistazo a las principales páginas de descarga y comprobar la posición que ocupan las películas patrias en los rankings de las más vistas.

El cine español, señores Resines, Gutiérrez Aragón o Bardem (madre, hijo y espíritu santo) no recauda dinero porque no atrae, salvo honrosas excepciones. Y eso es culpa vuestra, no del Ares ni de Seriesyonkis. Ni de los terroristas del ADSL.

Porque el terrorista Pérez puede estar obligado a subvencionar el trabajo de Antonio Resines, pero no a pagar además 7 euros para ver en el cine La Daga de Rasputín. Creo que no es difícil de comprender, aunque todo indica que si estás bajo el mecenazgo de Cultura cuesta un poco más.

Lo peor es que, según parece, no tenemos mas remedio que seguir tributando para que un selecto número de bendecidos contribuyan a la evolución del séptimo arte con joyas como Spanish Movie o Fuga de Cerebros. Y con un tren de vida subvencionado mucho mejor que el mío y el del terrorista Pérez juntos, claro.

Llegados a este punto me viene la cabeza una pregunta: ¿por qué tengo que asumir que ustedes vivan mejor que yo con mi dinero y para colmo se permitan incluso el lujo de menospreciarme?

Se me ocurren mil millones de sitios en los que invertir esas subvenciones antes que en Campamento Flipy, por ejemplo, aunque no los ponga aquí para no hacer demagogia.

Es más, quizás sea mas interesante dejar a un lado la Ley Sinde, que mientras nadie diga lo contrario no es constitucional, y plantear la posibilidad de colocar una X en la Declaración de la Renta, como se hace con la Iglesia, para destinar la parte de estas subvenciones a fines sociales.

Porque al fin y al cabo se trata de mi dinero y, visto lo visto, prefiero que se invierta en una ONG antes que en permitir que la señora Bardem tenga tiempo libre para seguir escribiendo chorradas.

11 de enero de 2011

Los azulejos de Saimaza

Aunque cada vez quedan menos, aún es posible encontrar ventanas que nos asomen a la Sevilla de nuestros padres y abuelos, a esa Sevilla que de niños se nos recreaba al calor de la mesa-camilla, a esa Sevilla corralera de espíritu provinciano y aires pretenciosos, a esa Sevilla que hoy solo es posible rescatar en forma de recuerdo de los tristes anaqueles del olvido.
Testigos de esa Sevilla desaparecida y, quizás, añorada, son los azulejos que aún adornan el edificio que hace la esquina de las calles Goyeneta con Buiza y Mensaque, en el número 11.
Se trata de dos pares de conjuntos cerámicos en tonos blancos y azules donde se representan sendas escenas de negritos plantando café, recolectando café, sirviendo café y haciendo alguna que otra actividad que no acierto a adivinar pero que también está relacionada con el café; azulejos que enmarcan sobre la altura del zócalo una puerta, hoy de cochera, y una ventana que parece en desuso desde hace años. Sobre ellos un nombre, Joaquín Sainz de la Maza, remate y cornisa.
Retablos de “lo humano” que parecen contraponerse a la proliferación de esos muchos de “lo divino” que amenazan con alicatar la totalidad de la ciudad y que, según reza en alguno de los vértices, fueron fabricados en los desaparecidos alfares de Mensaque y Cía, que no tiene nada ver con el ilustre señor que da nombre a una de las dos calles y del que mas adelante hablaremos.

El conjunto llama poco la atención, posiblemente por lo escondido y solitario del lugar, y eso que Buiza y Mensaque, antigua calle de la Ballestilla, llegó a tener en tiempos tanta o mas importancia que su paralela Puente y Pellón o la misma Cuna.
De esa Ballestilla decía Benavides a finales del siglo XIX que a pesar de su estrechez era una vía de primer orden en la que encontrábamos edificios de lo mas variopinto: desde simples viviendas y corrales de vecinos como el que le daba nombre, con uno de los pozos mas famosos de la ciudad, hasta casas de préstamos e incluso un Colegio, el de Nuestra Señora de las Maravillas; menos importancia tenía Goyeneta, prácticamente relegada a trasera del Colegio de la Compañía de Jesús, donde hoy se levanta la Facultad de Bellas Artes.
Para entonces ya habían desaparecido el Hospital de Belén o la imprenta de Francisco de Leefdael, sitios ilustres como ilustre llegaría a ser el niño que seguramente por estos años recorrería las estrecheces de estas callejuelas, Joaquín Turina.
Pocos años mas tarde, ya con el cambio de siglo, la Ballestilla cede el nombre a su vecino don José Buiza y Mensaque, piadoso rector del Asilo de Mendicidad de San Fernando, a la vez que llega a la esquina con Goyeneta la familia Sainz de la Maza, que abre en el edificio un despacho de café, germen de la actual marca.
Cuentan los que recorrieron esas calles años mas tarde, cuando el tostadero de Saimaza estaba ya a pleno rendimiento, que el olor a café recién hecho invadía desde primera hora de la mañana los aledaños de nuestra esquina.
Y seguramente se fundiría con la amalgama de olores y sabores de las mercancías que descargaban los costaleros del puerto en el Mercado de la Encarnación, que entonces llegaba hasta casi la misma puerta del establecimiento cafetero.
Y se prendería en los finos tejidos de Las Siete Puertas, elevándose hasta perderse entre el rico artesonado aún conservado de las antiguas casas del marqués de Sortes.
Y ascendería hasta los balcones de fantasía del edificio Ciudad de Londres, acariciando esos telares de los que salían las mantillas y mantones mas elegantes de toda Sevilla, haciendo más llevadera la cola a los que esperaban pacientemente las gangas de la “Semana del Duro”.
Y recorrería las filas de asientos del cine Pathé, las mil y una herramientas de la ferretería La Llave, los juguetes del 0,65, la fea fachada del Vilima, y tantos y tantos comercios ya desaparecidos de nuestra ciudad y casi de nuestra memoria.
No solo café, también se vendieron legumbres y cereales en el tostadero de Goyeneta cuando los tiempos eran difíciles, como en Las Siete Puertas vendieron membrillos o en otros sitios no vendieron nada porque no había nada que vender.
En la bonanza café, sólo café, como se vendía café en la calle Azafrán, sede de Moca, o en el 55 de Recaredo, donde Coblan se vanagloriaba a principios de los 60 de ofrecernos lo mismo que consumían nuestros abuelos. De ellos no queda azulejo alguno que los recuerde. De Saimaza, de momento sí.
Porque los tiempos cambian, para bien o para mal. Hoy unos negritos no podrían ser reclamo publicitario, ni siquiera en un azulejo de Mensaque: se echarían encima del señor Sainz de la Maza varios ministerios, oenegés y hasta el séptimo de caballería. Queda mas correcto ver sonreír a George Clooney entre capsulitas que ni se tuestan, ni se huelen ni casi se saborean. Cuestión de gustos, nunca mejor dicho.