Cuando uno habla de la Sevilla que se fue, de esa Sevilla que vivieron nuestros abuelos y que ya solo es posible recrear en la imaginación de aquellos que aún tengan la capacidad de soñar (cada vez mas escasa en los tiempos que corren), se tiende a evocar los viejos conventos, los suntuosos palacios o los corrales de vecinos que, por motivos, objetivos y emolumentos varios, pasaron a engrosar la tristemente larga lista de ilustres víctimas de la piqueta.
Sin embargo no fue esa la única ciudad que se nos fue, el único de “los cielos que perdimos” pese a las lágrimas de don Joaquín Romero Murube. Al contrario, quizás fue una parte relativamente insignificante en comparación con lo que realmente ha desaparecido.
Y es que hubo una Sevilla anónima, una Sevilla popular, cotidiana, real, una Sevilla que se gustaba en cada esquina, que dejaba su impronta en cada calle, en cada rincón, en cada casa y que, de una manera aún mas silenciosa y generalizada, se marchó para siempre.
Es evidente que no se puede (o no se pudo) conservar el tejido urbano legado por nuestros antepasados en su totalidad. Material y prácticamente habría sido inviable, ya que una ciudad conforme crece tiene nuevas necesidades que hacen prescindibles muchos elementos existentes e imprescindibles otros tantos que aún están por venir.
Una muestra son los ensanches (no todos, con algunos es mejor pasar página…) que se realizaron a principios del siglo XX y gracias a los cuales hoy día podemos disfrutar, por ejemplo, de la Avenida de la Constitución, que se asienta sobre los cimientos de lo que era el Colegio de Santo Tomás o de la Universidad de Santa María de Jesús.
Pero también es verdad que en algunos casos (por no decir la mayoría) pudo haberse hecho mucho mas por mantener el paisaje urbano heredado y evitar que la gran mayoría de calles céntricas dejen en la actualidad esa sensación de que estamos ante una amalgama de estilos contrapuestos y. a veces, incluso incoherentes.
Sin embargo no fue esa la única ciudad que se nos fue, el único de “los cielos que perdimos” pese a las lágrimas de don Joaquín Romero Murube. Al contrario, quizás fue una parte relativamente insignificante en comparación con lo que realmente ha desaparecido.
Y es que hubo una Sevilla anónima, una Sevilla popular, cotidiana, real, una Sevilla que se gustaba en cada esquina, que dejaba su impronta en cada calle, en cada rincón, en cada casa y que, de una manera aún mas silenciosa y generalizada, se marchó para siempre.
Es evidente que no se puede (o no se pudo) conservar el tejido urbano legado por nuestros antepasados en su totalidad. Material y prácticamente habría sido inviable, ya que una ciudad conforme crece tiene nuevas necesidades que hacen prescindibles muchos elementos existentes e imprescindibles otros tantos que aún están por venir.
Una muestra son los ensanches (no todos, con algunos es mejor pasar página…) que se realizaron a principios del siglo XX y gracias a los cuales hoy día podemos disfrutar, por ejemplo, de la Avenida de la Constitución, que se asienta sobre los cimientos de lo que era el Colegio de Santo Tomás o de la Universidad de Santa María de Jesús.
Pero también es verdad que en algunos casos (por no decir la mayoría) pudo haberse hecho mucho mas por mantener el paisaje urbano heredado y evitar que la gran mayoría de calles céntricas dejen en la actualidad esa sensación de que estamos ante una amalgama de estilos contrapuestos y. a veces, incluso incoherentes.
Un claro ejemplo lo tenemos en esta antigua imagen de la calle Pozo sacada del libro “Arquitectura Civil Sevillana”.
Esta calle cuyo nombre, según Félix González de León, proviene de un pozo que se encontraba en una de sus esquinas (antiguamente solía recurrirse con frecuencia a la ley del mínimo esfuerzo) apenas si tiene peso específico no solo en el callejero de la ciudad, sino en el del mismo barrio de la Macarena, donde se encuentra.
Tan solo el Colegio de la Sagrada Familia, regido por las Hermanas Carmelitas de la Caridad desde 1895, tiene una relativa importancia dentro del paisaje y morfología urbana de esta bocacalle de Relator.
Por lo demás, mas de lo mismo, de lo que hoy día podemos ver en tantas y tantas calles céntricas de la ciudad: un muestrario de fachadas de distintos colores, materiales, huecos y alturas. La Sevilla que heredamos…
Es por ello que, al menos en mi caso, llama la atención ver ve imágenes como ésta, imágenes en la que se puede comprobar que para encontrar un edificio hermoso y de cierta entidad (aunque en la época de la foto estaba ya bastante deteriorado) similar a los que aún podemos ver en el barrio de Santa Cruz o en San Vicente, no hacía falta mas que doblar una esquina de Relator.
Esta calle cuyo nombre, según Félix González de León, proviene de un pozo que se encontraba en una de sus esquinas (antiguamente solía recurrirse con frecuencia a la ley del mínimo esfuerzo) apenas si tiene peso específico no solo en el callejero de la ciudad, sino en el del mismo barrio de la Macarena, donde se encuentra.
Tan solo el Colegio de la Sagrada Familia, regido por las Hermanas Carmelitas de la Caridad desde 1895, tiene una relativa importancia dentro del paisaje y morfología urbana de esta bocacalle de Relator.
Por lo demás, mas de lo mismo, de lo que hoy día podemos ver en tantas y tantas calles céntricas de la ciudad: un muestrario de fachadas de distintos colores, materiales, huecos y alturas. La Sevilla que heredamos…
Es por ello que, al menos en mi caso, llama la atención ver ve imágenes como ésta, imágenes en la que se puede comprobar que para encontrar un edificio hermoso y de cierta entidad (aunque en la época de la foto estaba ya bastante deteriorado) similar a los que aún podemos ver en el barrio de Santa Cruz o en San Vicente, no hacía falta mas que doblar una esquina de Relator.
Uno siente rabia porque ve que Sevilla era mucho mas que cuatro circuitos turísticos y tres entornos catalogados: “era”, pretérito imperfecto.
En la reconstrucción he intentado ofrecer una idea de lo que sería la calle Pozo en la actualidad si se hubiera mantenido este edificio del siglo XVIII. Ya, por supuesto, no queda nada. El tejaroz sobre la balconada, el cierro del tramo central, la fachada encalada… todo ha dado el relevo a un bloque de viviendas que bien podría estar en el Cerro del Águila o en Leganés.
En la reconstrucción he intentado ofrecer una idea de lo que sería la calle Pozo en la actualidad si se hubiera mantenido este edificio del siglo XVIII. Ya, por supuesto, no queda nada. El tejaroz sobre la balconada, el cierro del tramo central, la fachada encalada… todo ha dado el relevo a un bloque de viviendas que bien podría estar en el Cerro del Águila o en Leganés.
Y es que al volver la vista atrás muchas veces da pena ver esa senda que nunca se ha de volver a pisar…
Que cerquita de donde vivía antes.
ResponderEliminarAquí creo que no hay discusión posible, es una pena que se perdiera ese edificio, tuvo que ser precioso
Un abrazo General
Efectivamente, parece que no ha lugar a la discusión. La buena reconstrucción que haces es prueba de ello. Una pena...un nada se puede hacer ya.
ResponderEliminarEn Lora hay una casa del siglo XVIII, fascinante en mi opinión (el edificio que más me gusta de mi pueblo), que más o menos se conserva, sí, pero de qué manera. Falta de respeto e incultura...dos pandemias desde hace mucho tiempo.
Un fuerte abrazo.
Bienvenido de nuevo, espero que todo haya ido bien en las vacaciones.
ResponderEliminarSaludos.
LA IMPORTANCIA DE "LOS COMPLEMENTOS". Du, muy acertado la reflexión que haces y cómo lo remarcas con el fotomontaje. Pero, siendo todo ello esencial por ser edificios singulares que en su destrucción hacen desaparecer testimonios vívos de la ciudad, sin embargo es curioso observar los pequeños retoques (chapa y pintura, maquillaje)que con el mal gusto y la falta de primor en querer lo que se tiene, se observa en el edificio de la esquina; la persiana se sustituye por el horroroso toldo, el cierre de "alumininio nodizado" (Gandía dixit), sustituye al comercio radicional, la cornisa...,etc.,etc.Me asemeja a lo que está pasando con ciertas belleza; botox, por aquí, liposución por allá, pómulos, etc.para terminar que no la conoce ni las madres que las parieron.
ResponderEliminar¡Educar!, educación, Du.
Saludos.
Lo mismo de siempre y siempre lo mismo. ¡Pardiez! Y no lo digo por voacé mi general, que vos sabe mi pensar y mi proceder. Le recuerdo que fue en pro, nunca mejor dicho, del progresismo que se tiró el circuito de murallas de nuestra ciudad, quedando tan sólo algunos restos (afortunadamente) y la zona de la Macarena.
ResponderEliminarLa Historia es algo cíclico... y esto me asusta, que ya el amigo Rascaviejas ha hablado de la mutilación de un azulejo de Santa Catalina.
Un abrazo enorme amigo Du.
En primer lugar, disculpas por haberme ido sin avisar. De hecho esperaba mantener el blog en funcionamiento, pero se ve que este año la Virgen de Regla no estuvo por la labor...
ResponderEliminarLo mismo opino, viernesalasdiez... tampoco cabe duda que mejoraría lo actualmente hay, que no es difícil.
Dos pandemias que, desgraciadamente, parece que nunca cesarán, amigo Juanma.
Al menos se ha descansado, no cogé ventaja, que no es poco, jeje.
Genial Doria, totalmente de acuerdo. Tantos cambios, tantos complementos, tan reformas.. y al final mas de lo mismo. Me recuerda a la plaza de San Juan de la Palma, que parece un muestrario de mobiliario urbano.
Y tan cíclica aguaó... tan cíclica que asusta... Ya te daré un toque pero una ruedecita de ese trayecto parece que está pasando otra vez cerquita.
Saludos.
Una de las cosas que más me han gustado de mi viaje a Cantabria es ver cómo prácticamente la totalidad de pueblos que componen esta bella región del norte mantienen el mismo sabor de antaño. Es una excepción ver edificaciones que chirríen con el entorno, por muy nuevas que sean.
ResponderEliminar¡Ay esta Sevilla que se va de las manos...!
Encantada de estar de nuevo por tu casa;)
Pues muestras de esa rquitectura setentera hay por lo menos una en cada calle de Sevilla. Yo les llamo pisos de playa, son como los típicos que se alquilan. Tienen sus puntos en común: ningún respeto por la ordenación de huecos original, juego de materiales y colores dignos de experimento...Que epoca mas mala amigo Sergio.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y espero que haya ido bien el descanso.
La reconstrucción parece que arrancara del pasado épocas que ya son imposibles hasta de recordar.
ResponderEliminarEl talento y la preparación hacen posible que queden estos testimonios tan importantes,
Un abrazo.
Muy interesante blog, enhorabuena, desconocía esa foto, pues faltan muchas fotos de esa parte de Sevilla tan olvidada. Son curiosas las letras del dintel, no sé si en la foto original se pueden leer.
ResponderEliminarTambién es curioso que escriba sobre Sevilla un héroe medieval bretón.
También yo estoy encantado de que estés de nuevo por aquí, zapateiro. La verdad es que la zona norte, por regla general está bastante cuidada en esos aspectos. En muchos pueblos como Covarrubias, Olmillos, etc parece que se ha detenido el tiempo. Es una maravilla.
ResponderEliminarMalísima, Edward. De todas formas parece que esto va por modas, ahora tenemos los huecos horizontales y la planta baja forrada de planchas o chapas metálicas. Eso sí, no se te ocurra tocar la primera crujía....
Pocos recuerdos quedan, América. Y menos en barrios como éste tan maltratados por la especulación. Afortunadamente la cordura ha imperado en otros puntos de la ciudad, o las posibilidades económicas de los antiguos propietarios. Eso sí, el daño de todas formas ya está hecho.
Muchas gracias por tus palabras, anónimo. Existe una foto de dicho dintel en la que se puede leer Panadería Manuel García, letras que estaban pintadas sobre la misma fábrica de ladrillo y que en parte estaban encaladas. Si mañana me da tiempo escaneo y cuelgo la imagen.
Saludos.
Zapateiro, también en Cantabria hay "verguenzas" que tapar y grandes.
ResponderEliminarUn monte entero comido por la mitad, en un sitio bellísimo, como el que mete una cucharada a un flan para hacer una urbanización, sólo una diferencia, que allí se ha mivilizado la población.
Saludos.
Hola Du Guesclin y seguidores del blog: Es una verdadera pena ver todos los edficios que se han perdido en Sevilla y como esto ha alterado la fisonomía de muchas calles del Casco Histórico. Para mí Sevilla es una ciudad incomparable, la más bella de todas, me imgaino cómo sería si se hubiese respetado más su patrimonio, seguiría siendo la más bella y a mucha distancia de cualquier otra (siempre según mi humilde criterio)
ResponderEliminarEl compromiso de hoy es no permitir, que en Sevilla se vuelvan a cometer este tipo de atentados contra el patrimonio. Lamentablemente hay daños irreversibles, como el arrasamiento del entramado antiguo del barrio de San Julián.
Felicitaciones por el artículo y saludos desde Argentina.
Marcos
Niño ultimamente no tengo nada de tiempo. Durante el verano he intentado desconectar de todo lo referente al curro y tb a este aparatito. Me pondré al día con tu blog pero de momento sólo te quería saludar. Un beso grande y otro pa tu padre.
ResponderEliminarAmigo, he encontrado un sitio que quizás sea de tu interés aunque seguro que lo conoces...
ResponderEliminarhttp://www.sevillasigloxx.com/
Antonio