Ni Maldonado, ni Montes de Oca, ni Mario Picazo antes de hacer el indio en el Caribe; aquí el único hombre del tiempo infalible es el que inventó el refranero. Y es que ha sido llegar el 40 de Mayo y no hemos tenido mas remedio que cambiar a pelo el sayo por el aire acondicionado…
Cada día tenemos una alerta diferente: que si roja, naranja, que se queda en amarilla... Lo cierto es que hace calor, mucho calor. O mucha, que ahora están de moda las palabras epicenas, aunque sea a nivel coloquial.
Para colmo uno no tiene otra ocurrencia que salir a callejear sin rumbo ni sentido, por el simple placer de pasear aunque sea bajo la nada despreciable temperatura de 40 grados (para gustos colores, sarna con gusto no pica…. a este paso el del refranero me pide derechos de autor)
Normalmente la de hoy habría sido otra tarde sin pena ni gloria que añadir a la lista de tardes sin pena ni gloria que acumulo en mi historial de tardes sin pena ni gloria, pero un cartel ha llamado mi atención en la calle Laraña.
Un cartel que intenta acaparar el poco viento que merodea por los rincones de la Sevilla estival y la atención de aquellos que pese al bochorno se atreven a desafiar las plusmarcas que señala la columna de mercurio.
Colgado de un balcón, fondo blanco, letras rojas, Domago, pantalones y camisas, anuncia el punto y final de su existencia: “Liquidación por Cierre, todo a mitad de precio”
Siendo sincero nunca he sido un cliente habitual de la tienda. Siendo mas sincero aún, puedo llevar cerca de 10 años sin entrar ni comprar nada. Pero también es verdad que siempre que echa el cierre un comercio de los que llevo viendo toda la vida me invade una extraña sensación nostálgica, como si desapareciera un pedazo del universo que gravita a mi alrededor, de mi mundo, aunque como ya he dicho, ese mundo estuviera reducido a un escaparate frente al que apenas he parado mas de un minuto.
La ley de la vida o la ley del mercado. A Domago lo liquida la crisis económica, la crisis de los pequeños comercios cada vez mas arrinconados por las grandes superficies, la crisis inevitable que establece el paso del tiempo y la edad… Crisis y más crisis. La crisis en sus múltiples variantes es el comodín que justifica todos los males de los tiempos que corren, el Lucifer de la modernidad.
En fin, otro que cierra. Y el calor que no se va. Al menos las puertas de la Anunciación están abiertas y un fresquito místico alivia algo el panorama. No paro de darle vueltas a este “no somos nadie comercial” cuando observo en la acera contraria los esbozos de una nueva tienda de deportes: la juguetería de Cuervas, hasta hace muy poco una inmobiliaria, tiene nuevo dueño. Ya tengo la tarde hecha…
Que yo recuerde de las tiendas de juguetes de mi infancia ya solo queda Osorno. Tampoco pongo la mano en el fuego: si llevaba unos 10 años sin entrar en Domago, en una juguetería ya ni me salen las cuentas.
Lejos quedan esos tiempos en que comprándole un Master del Universo a Cuervas pensaba que amortizaba parte del fichaje de Pablito Bengoechea. Inocente de mi, con el calor que pasé años mas tarde…
Ya no hay quien me pare. Eso si, siempre “por la sombrita”. Y nada mejor que las velas de Puente y Pellón para al menos quitarse el sol de encima: baja la temperatura, baja el sudor y la alerta se vuelve naranjita clara. Algo es algo.
También ha tenido esta calle bajas importantes; que yo recuerde la Casa de los Pantalones (o algo así), Vilima… aunque si hay que tirar de historias, recuerdos y sentimentalismos la palma se la lleva sin duda Casa Marciano, Ultramarinos Finos.
Fueron muchas las tardes que pasé agarrado a la mano de mi abuela haciendo cola para comprar chacinas, siempre con la vista fija en la inmensa pata de cochina que presidía el escaparate… Los parroquianos aseguraban que en sus tiempos era gigantesca pero con los años había ido menguando. A mi me daba igual, y aunque escuchaba atentamente ésta y otras historias que se contaban en el local, no podía evitar hacer un cálculo “a grosso modo” del número de bocatas que podía sacarle a esta versión ahora reducida mientras el papel estrasa se llenaba de lonchas de chorizo, morcilla y jamón de los nietos de la cerda, de menor tamaño pero seguramente igual de exquisitos.
Se fueron Marciano, sus ultramarinos finos, sus parroquianos y su pata de cerda. Hoy lo mas grande que queda en la calle Harinas es un caracol gigante y lo mas antiguo el bar “El Comercio” con las ruedas de churros y las pizarras escritas con tiza blanca.
En la Plaza del Pan se acaban las velas, la sombra y el olor a incienso de la calle Córdoba. Las tiendecillas de joyas y recuerdos del lateral de la iglesia hacen del entorno una auténtica reliquia del comercio sevillano, mas por su tipología que por la antigüedad.
Aunque para una mente distraída y gustosa de encontrar esos detallitos estúpidos con los que matar el tiempo durante un buen rato, he de reconocer que mi foco de atención de siempre ha sido el azulejo esquina a Alcaicería donde entre otras cosas se anuncia la venta de chubesquis. No tengo ni la mas remota idea del uso que tienen estos artilugios ni de su fundamento, de hecho nunca he llegado a buscar su significado en un diccionario porque seguro que me decepcionaría; pero bueno, me hace gracia saber que antaño se compraban aquí, fueran lo que fueran.
Sigo atravesando la plaza y a mi alrededor no hay sombra ni nada que se le parezca: otra vez el sol a puerta gayola. Menos mal que la calle Villegas es cuesta abajo, aunque no sople una pizca de aire (quizás haya quedado definitivamente atrapado detrás del cartel de Domago). No hay tiempo para entrar en Rorro a saludar a la prima Rafi, ni de buscar en el Salvador algún amigo que esté cerveceando a estas horas de la tarde; hay que aligerarse y escapar otra vez del bochorno
Tampoco me paro en el Bazar Victoria, y eso que para mi gusto es uno de los establecimientos con mas encanto de la ciudad tanto por su antigua y bella fachada caoba como por el género expuesto en sus escaparates, donde se puede encontrar desde el último modelo de freidoras hasta una jaula de grillos pasando por un deshuesador de aceitunas.
No bajo, ya casi ruedo por Entrecárceles, que hoy día bien podría llamarse Entrebancos, en singular desde la fusión. Al fondo se atisba la tan ansiada sombra, los toldos blancos, gente paseando: la calle Sierpes.
La peatonalización de Tetuán, de la Avenida, los Factorys, los Carrefoures, los Hipercores… todos tuvieron que aliarse para acabar con la hegemonía económica de esta calle, durante muchos años pulmón comercial de Sevilla. Al final pasó lo que tenía que pasar, tanto fue el cántaro a la fuente que mucha gente aún no se ha dado cuenta que ya no luce las playeras baldosas de colores que la pavimentaban hasta hace pocos años.
De los “ilustres veteranos” desaparecidos de la calle Sierpes no hay material para una entrada sino para una saga de novelas en plan Caballo de Troya: Calvillo, Virgin Megastore… pero claro, esto es un blog y tampoco es plan de cansar al personal, así que sintetizaremos en la medida de lo posible.
Lo único que queda de Deportes Zulategui, Armería Z, son unos azulejos que afortunadamente se conservan en la esquina que hace el edificio sobre sí mismo. Recuerdo que para los chavales de mi edad esta tienda siempre era visita obligada cuando se iba al centro, no en vano era de las pocas oportunidades que se tenían para ver camisetas de equipos extranjeros sin necesidad de coger un avión. Después llegarían Nike, Adidas, Florentino y el marketing para hacerlo todo mas fácil y caro, pero esa es otra historia…
Menos suerte tuvieron Las Vegas. Tampoco es que la tuviera que tener, la verdad. En esa época ya estaba mas crecidito, que no madurito, y de la fase contemplativa de camisetas futboleras pasé a la activa, aunque fuera previo pago y a través de la pantalla de una máquina de videojuegos, no confundir con videoconsola.
Todo ello aderezado con las típicas matanzas de indios, de enanos del Golden Axe, de aviones, de ninjas, de nazis, de marcianos… y es que con solo cinco duritos uno lo mismo organizaba un holocausto mundial que salvaba de un secuestro a una neumática heroína pixelizada antes de que el dichoso Game Over señalara el camino de vuelta a casa. Era la época dorada de los salones recreativos, por suerte o por desgracia una auténtica especie en extinción en estos días de Wii y Play Station.
Mi último “ilustre veterano” desaparecido se dio de baja hace poco tiempo: la Papelería Padura. Aquí ya estaba crecidito, madurito y empezaba a encontrarme atareadito… Los cinco duros de las maquinitas de Las Vegas se multiplicaban por diez en forma de A3 de papel diapost para croquis y caballo para los claroscuros.
Pero una vez más el paso del tiempo se llevó su tributo, las papelerías técnicas dejaron de ser un negocio rentable y la firma Padura, que llegó a tener hasta 3 establecimientos en la ciudad, cerraba su última tienda en la calle Cuna hace solo unos meses. Y pensar que al empezar la carrera muchos de mis profesores renegaban del Autocad…
En fin, que llegamos ya al idem con otro de mis “ilustres veteranos” que aún sigue dando guerra donde muere la calle Sierpes (según el recorrido que he trazado, ya que en realidad este es su nacimiento); la Confitería La Campana, uno de los comercios con mas solera y arraigo de Sevilla.
Desde que fuera fundada en 1885 por un pastelero que había hecho fortuna en Filipinas los dulces expuestos tras sus escaparates de caoba siempre han sido objeto de deseo de buena parte de la ciudad y visitantes; para algunos incluso una obsesión enfermiza, como el señor que a mediados de los 90 pasaba las horas muertas en la acera opuesta, junto al antiguo Burguer Alameda, vigilando no se sabe qué, o al menos yo nunca lo supe.
Lo que sí tengo claro es cual será mi destino en breves instantes. Las velas se acaban, vuelve el sol, la alerta naranja y el termómetro otra vez se asienta en mi inconsciente; conclusión, ya va siendo hora de que se acabe el paseo.
Se han quedado muchos “ilustres veteranos” en el tintero pero bueno, siempre habrá tiempo para recorrer otras calles de Sevilla en las que repasar y recordar esas tiendas que alguna vez han sido parte de nuestra vida. Las cordonerías de Francos, las bodeguitas del Arenal, los albures en adobo de la calle Feria…
Aunque ya digo, eso será otro día; de momento servidor regresa a casa que un buen surtido de frigorías y de agua congelada me está esperando.
Otra entrada increible, y me ha sorprendido muchísimo por las tiendas que ya no existen (y que ya tenía olvidadas); últimamente subes fotos de zonas que frecuento mucho, y entre tantos y tantos blogs haber encontrado uno sobre Sevilla y la historia de sus calles me parece excepcional. Un saludo enorme!
ResponderEliminarEsa es tu maestría, has logrado hacer una nueva entrada con lo evidente, con lo que vemos todos los días, sin necesidad de estudio o erudición simplemente con recuerdos, vivencias y ganas de andar un rato por el centro de Sevilla.
ResponderEliminarEs una de mis aficiones y tengo grandes recuerdos, al haber vivido siempre en el centro, de comercios y negocios ya desaparecidos. Pero me falta lo que tú tienes a espuertas: arte para contarlo.
Felicidades por otra magnífica entrada.
"Pues vaya paseito que te has pegado con la caló, habrás llegao deshidratao".
ResponderEliminarConb lo fresquito que se está en Aire Sur.
Uno de los pocos lugares que conservan rincones llenos de solera es el barrio del Arenal, así que ya tienes petición expresa para que des tu próximo paseo por sus calles.
ResponderEliminarLo de que la calle entrecárceles se siga llamando así y se encuentre entre bancos tiene más sentido si cabe: Piénsalo.
Y cuanto a los comercios que has nombrado, qué decir. De tu paseo, los rincones que más me gustan son los de la plaza del pan y la calle Alcaicería.
Y en cuanto al Virgin, yo siempre preferí el Sevilla Rock y su cierre sí me supuso un gran vacío.
Un beso.
Precioso reportaje, qué paseo más entrañable. No sé por que yo sentí lo mismo cuando vi el cartel de Domago, nunca he entrado, pero estaba ahí (me pasó lo mismo con la versión femenina de Pampa).
ResponderEliminarPermíteme dos añadiduras:
La Casa de las Galletas, en la Plaza del Pan haciendo esquina en una de las innumerables tiendas de novia que hay ahora, era el complememto perfecto a los tocinillos de Casa Marciano. Cuando llegaban a casa las bolsas de papel de cuadritos rojiazules, es que empezaba la Navidad :)
Papelería Ferrer, que sí subsiste por fortuna. Pegaíta a La Campana, con su escaparate de madera, sus estilográficas y sus recortables de papel. Da la casualidad que conozco a la familia porque dí clases a dos hermanos de la nueva generación de ese comercio donde espero seguir comprando.
¡Un saludo!
Buen paseo, si señor; y buenos recuerdos. Toda la zona forma parte de mi "ruta" casi diaria. Que hay que andar por obligación y por placer. Y hay que aprovechar el tener la suerte de vivir en una ciudad ideal para ello, a pesar de don Lorenzo.
ResponderEliminarEs el veraneo de los pobres: los toldos de Puente y Pellón y cruzar El Corte Ingles. Después, de vuelta, una cervecita en el chiringuito, llamémosle Vizcaino... Mismo.
Un saludo.
Hola que querido general...Pero que calorrrrr,aquí y allá.
ResponderEliminarLas tiendas tan asociadas a nuestra niñez como van desapareciendo (nuevamente aquí y allá !)como bien señalas la crisis y los centros comerciales son factores determinantes,negocios inclusive que han pasado de una generación a otra donde solo un porcentaje muy pequeño se muda a centros comerciales.
Cuando van cerrando practicamente en cadena hasta la fisonomía de las calles van cambiando,(lejos va quedando ese trato personalizado).
Buen paseo me he dado contigo,demás está decirte que como siempre una entrada estupenda que mucho deben leer.Un abrazo.
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ResponderEliminarEsta entrada me ha gustado mucho. A mí tb me da mucha pena que esas tiendas que comentas cierren sus puertas. Forman todas ellas parte de mis recuerdos y de repente, un buen día pasas por la calle y ves el cartelito ... ... LIQUIDACIÓN POR CIERRE. En ese momento sientes nostalgia y te trasladas al pasado, es como si alguien borrara tus recuerdos o te los arrebatase. Incluso piensas que no es justo pero en fín la vida es así. En pocos años se han cerrado un montón de tiendas, demasiadas. Hablaremos de ellas para que continuen vivas y no las olvidemos. Un beso.
ResponderEliminarY ve por la sombrita no te vaya a dar una insolación por Dios.
Pues seguramente habremos coincidido mas de una vez Nafke. Muchas gracias por tus palabras.
ResponderEliminarVaya privilegio, no cogé ventaja, haber vivido siempre en el centro. Qué te voy a decir yo de pasear...
Luz de Gas, no es broma, en la vida he estado en el Aire Sur. Soy mas de ir andando a los sitios...
Por supuestísimo que será atendida esa petición, zapateiro. De hecho está perfilada desde hace tiempo. También prefería Sevilla Rock, pero es que el Virgin me pilló con 18 recién cumpliditos...
Efectivamente zinquirilla, se me han quedado sitios en el tintero y la Casa de las Galletas es uno de ellos. De la Papelería Ferrer puedo decir lo mismo, un sitio que tiene tanta o mas historia que Padura y aún sigue abierto, por suerte y esperemos que por muchos años.
Y no está mal ese veraneo, Lacava, jejeje. Controlando bien los puntos de avituallamiento... miel sobre hojuelas.
Totalmente de acuerdo América, muchas veces la personalidad de una calle está íntimamente relacionada con los establecimientos que tiene. De hecho antaño las calles recibían el nombre de los gremios que vivían en ellas.
Tranquila Fango que he desarrollado una cierta inmunidad a las altas temperaturas. De hecho creo que Darwin se asombraría bastante, jeje.
Saludos.
Te vuelvo a dar la enhorabuena, pues me haces recordar muchisimas cosas, aunque para mi ya por mi edad, todas esas tiendas que estan cerrando son nuevas. En lo referente a las velas de la calle Sierpes, que era casi la única calle en que las ponian, las de antes daban más frescor, pues eran de lona y por las noches cuando cerraban el comercio las descorrian los comerciantes, y por las mañanas al abrir, entonces volvian a correrla, y daba más frescor, las de ahora lo que hacen es recalentar el ambiente,se puede ver aún donde estaban instalada, en la Sombrereria Maquedano,que en frente de esta Sombrereria, pero en la otra esquina de la calle Rioja, existe también una Joyeria
ResponderEliminarotro de los antiguos comercios.
Quisiera también puntualizar, en cuanto a la Confiteria La Campana. que en siglo pasado habia un maestro pastelero, conocido como el Marqués de la Natilla, que con otro de esos personajes caracteristicos de la Sevilla de entonces y conocido como el Conde de las Cabriolas, fueron los Fundadores de la Caseta Er 77, en la Feria de Sevilla, la cual todavia existe. Saludos de Alberto.
Vaya paseo que nos hemos dado por todo el centro de Sevilla recordando los emblematicos establecimientos que por desgracia ya no están.
ResponderEliminarYo te voy a recordar otro ¿te acuerdas de la Ferreteria La Herradura situada en la calle Aguilas? Nueve años me llevé yo trabajando para este comercio pero en el almacen que tenían en el polígono de ctra. amarilla
Por cierto la próxima vez que salgamos de paseo por Sevilla que no sea en pleno verano que vaya calor que he pasao.
Besitos
Paseo errante por recuerdos vividos y realidades efímeras... como los paseos de las sirenas.
ResponderEliminarMaravilloso recorrido.
¡Oh!
ResponderEliminarQue pechá de andar miarma, como pa haberla dao descalzo como el de Kung-Fu, no vea...
La Sevilla que se nos fue y la que tenemos ahora, enorme contraste que sin lugar a dudas ante el que nos encontramos...
Se han perdío comercios con sabor que han dejao su sitio a Burguer Kines, Zarases, tiendas de trajes de novias y zapaterias pa calzar a to los pueblos de aquí a Roquetas de Mar...
Pero esto es lo que nos demuestra nuesta evolución, pa bien, o pa mal.
Un saludasso.
Qué peaso de equipo el de Filipinas, jejeje....
ResponderEliminarMe gustaría saber qué fué del caballero del sombrero de La Campana, siempre de pié, sin apoyarse en la pared, esperando a no se sabe quién.... invitaba a crearse uno su propia historia.... ¿La mía?: una cita con su amada, la cuál nunca acudió......
Gran entrada Sergio. El comercio tradicional sevillano es una especie en peligro de estinción. El sector Cuna, Orfila, José Gestoso aún resiste como puede.
ResponderEliminarLo de Marciano, me ha traido también viejos recuerdos, equivalente Martin en la calle San Esteban.
Brindo pot tus "Ilustres Veteranos"...por Triana aún quedan un buen ramillete.
Un abrazo
Desde que dijiste lo de la lista de tardes sin pena ni gloria, sabía que me iba a gustar si…
ResponderEliminarAins, comenzaba mi adolescencia cuando abrieron el Virgin… Me dio tiempo a comprar un video de Take That en Manchester antes de que lo cerraran… Hoy en día no me gustan nada, y como dice Zapat, me dio más pena lo del Sevilla Rock, pues yo también evolucioné…
El otro día viendo la antigua Ciudad de Londres, hoy Adolfo Dominguez, me dí cuenta de que tampoco era tan malo… El gallego se ha adaptado bien, respetó los azulejos y la fachada está iluminada con mucho gusto; cosa que es de agradecer.
Bueno, y en Sierpes, siempre nos quedará el Café Madrid…
Kisses mi general
Perdón pero no quiero dar lugar a error.
ResponderEliminarViví en la Alfalfa, calle Golfo, hasta los doce años; después como todos los que vivíamos en casa de vecinos emigramos, en mi caso a Pino Flores en la avda Pino Montano, y desde que me casé hasta hace ocho años, que me vine a San Julián, viví en dos zonas de Pino Montano.
Dije que siempre he vivido en el centro pues a diario voy por la ALfalfa o San Nicolás. Allí seguimos yendo los amigos de infancia y los que componemos un grupo de cofrades en la Hermandad de la Candelaria.
Se da la paradoja que mi compadre y yo llevamos viviendo treinta años juntos, desde que nos casamos ambos con nuestras respectivas, en las mismas casas y si decimos vamos a tomarnos una cerveza no tenemos que decir dónde pues sabemos que el punto de encuentro es el bar Candelaria en la calle San José.
Saludos y perdón por lo amplia explicación
alguien sabe como se llamaba la tienda de novias que estaba en la pza del Salvador, donde ahora está la zapateria Nicolas??
ResponderEliminargracias!