Mi amigo Pedro nació en Sevilla, como yo. Aunque nuestros caminos discurrieron separados durante los años de colegio e instituto, ambos coincidimos en Reina Mercedes y nos licenciamos en la misma carrera, al menos mientras Bolonia no diga lo contrario, que como está el patio lo mismo en unos meses hay que prepararse otra vez la selectividad….
A mi amigo Pedro también le gusta pasear por el río ahora que parece que se ha ido el mal tiempo; como a mi, le encanta el olor a azahar, tomarse una cerveza bien fría en la plaza del Salvador y se le abren los pulmones de par en par cuando pasa cerca de Blanco Cerrillo.
Lo primero que hace mi amigo Pedro cuando se asoma a un balcón o sube a una azotea es buscar la Giralda entre antenas y castilletes; como yo, quiere vivir lo mas cerca del centro posible, y si está al lado el Tremendo mejor. Y es que mi amigo Pedro es tanto o más sevillano que yo, aunque por estas fechas se me suele olvidar.
Porque mi amigo Pedro no sabe lo que es una chicotá (tampoco creo que lo quiera saber). No distingue una banda de cornetas y tambores de una agrupación musical; no sabe que hay hermandades de silencio y ni siquiera se le pasa por la cabeza que al doblar una esquina pueda estar haciendo una revirá.
Sólo sabe que en estos días puede tardar mas de media hora en salir a la Ronda como lo coja el ensayo de la Hiniesta y que desde el Domingo de Ramos le va a costar la misma vida llegar a su casa después de trabajar. De hecho lo más probable es que se vaya a la playa a partir del Miércoles Santo, como siempre.
Por ello cuando mi amigo Pedro lee que este año, una vez más, resurge en vísperas de Semana Santa el “affaire catenarias”, que a este paso va camino de convertirse en un clásico en plan “huelgas pre-feria de los taxistas”, me tengo que esconder debajo de una piedra.
Porque uno puede argumentar mil cosas a favor de la Semana Santa desde todos los puntos de vista posibles: tradicional, religioso, económico, turístico… Uno puede justificar que durante unos días se corten calles y avenidas e incluso que se cierre a todo tipo de tráfico la principal arteria del centro histórico. Pero explicar que por motivos estéticos hay que gastarse mas de 20 millones de las antiguas pesetas en desmontar las catenarias del tranvía es tarea ardua y difícil.
Sobre todo porque mi amigo Pedro sabe que hace poco mas de 50 años las cofradías a veces incluso tenían que esperar que pasara el tranvía para continuar su estación de penitencia. O que en algunos casos discurrían a la sombra de la mismísima portada de la Feria (cuando se celebraba en el Prado).
Por mucho que le explico lo feo que queda un misterio entre postes y farolas fernandinas; por mucho que haya que bajar la palmera de la Borriquita para que no roce con los dichosos cablecitos; por muchos argumentos estéticos y artísticos que le doy, para mi amigo Pedro la Avenida de la Constitución no es un decorado por el que pasan las cofradías camino de la Catedral, sino una calle mas de su ciudad, mi misma ciudad, como lo pueden ser Almirante Apodaca, Kansas City o Mateos Gago.
Claro que es uno de los tramos de la Carrera Oficial por los pasan en su estación de penitencia todas las cofradías, pero precisamente por eso se cierra durante toda una semana a la gente como mi amigo Pedro, a los que ni les va ni les viene este tema y que no tienen por qué entender que se empleen 120.000 euros en desmontar estas estructuras para volverlas a poner la semana siguiente, por muchos perjuicios estéticos que ésto tenga. A fin de cuentas, para perjuicios los suyos…
A mi amigo Pedro también le hace mucha gracia el uso tan descarado que se está haciendo de la Semana Santa desde el punto de vista político. Le hace gracia porque le da igual. A mi me preocupa.
Porque me preocupa que en una celebración que debería tener una esencia meramente religiosa y si acaso tradicional, o ambas cosas a la vez, la “cosa política” esté posicionándose de una forma cada vez mas evidente. Y es que está visto y comprobado que cuando estos señores se meten por medio siempre aparecen otros intereses y factores partidistas que poco o nada tienen que ver con los que verdaderamente deberían primar.
El ejemplo mas claro lo tuvimos esta última semana: que cada cual escoja un bando, un color, una postura, lo que quiera, pero nuestros ilustres mandatarios nos dejaron un catálogo de cómo sacar tajada a la Semana Santa, tanto para justificar financiaciones extrañas como para aprovechar el tirón mediático de los programas que se emiten por estas fechas. Y si me apuran, el Metro lo “inauguran” la semana que viene… Ya digo, que cada cual elija su color, que hay para todos.
No entiende tampoco el tema de los lacitos blancos. Ni yo. Hay tantísimos motivos hoy en día que justificarían esos lazos que sacarlos exclusivamente para un solo tema da hasta pavor…
Pero bueno. esto es lo que hay. Afortunadamente los próximos días seguro que pasarán muy rápidos. El Domingo de Ramos está a la vuelta de la esquina y es tan grande el ansia de incienso que uno tiene por estas fechas que las hojas del calendario se arrancan por sí solas.
Y una semana después, como todos los años, regresará mi amigo Pedro de la playa para reubicarse en su ciudad, en mi misma ciudad; porque, a fin de cuentas, mi amigo Pedro es tanto o más sevillano que yo, aunque por estas fechas se me suele olvidar.