26 de agosto de 2012

La Portada de la Casa-Palacio de los Concha y Sierra


Históricamente O’Donnell ha sido una de las calles más importantes de Sevilla
Conocida antaño por el nombre de “La Muela” por una piedra de molino de considerables dimensiones que al parecer se embutía en la fachada de un edificio a modo de guardacantón, son muchas las familias nobiliarias que labraron en ella sus palacios y casas principales
Con el paso del tiempo, espoleada por el auge económico que experimenta la zona durante el siglo XIX, sobre todo al crearse la Plaza del Pacífico tras la demolición de la iglesia de la Magdalena y la implantación de “negocios modernos” como cafés o teatros en el entorno Campana-Sierpes-Tetuán, la calle comienza a atraer a los comerciantes, perdiendo de esta forma el uso residencial ese carácter de “exclusividad” que hasta entonces había ostentado. 

Antigua Plaza del Pacífico (hoy Magdalena); al fondo el inicio de O'Donnell

23 de agosto de 2012

La última Hoguera de la Inquisición


A las 8 de la mañana las puertas del Castillo de San Jorge se abrieron de par en par. 
Como si estuviera escrito, un halo de silencio se extendió entre la multitud que se concentraba entre el Altozano y el Convento de San Pablo desde altas horas de la madrugada. 
Se dice que incluso había llegado gente de los pueblos cercanos, tanta que el mismo ejército no tuvo más remedio que intervenir para que no se hundiera el Puente de Barcas ante tanto peso. 

Vista de Sevilla a finales del siglo XVI (detalle) - Ambrosio Brambilla
El Castillo de San Jorge (01), Puente de Barcas (02) y Convento de San Pablo (03)

Una Cruz de negro luto abría el fúnebre cortejo, encabezado por el clero parroquial de la iglesia de Santa Ana; tras ellos marchaban los miembros de la Hermandad de San Pedro Mártir, con su estandarte y su Cruz cubierta de tafetán morado, y a continuación un amplio séquito de religiosos entre los que se contaba lo más granado de la sociedad eclesial sevillana. 

19 de agosto de 2012

Mari Cangrejo, la brujita de la Barqueta

El nombre
Es lo único que queda en la actualidad de la Puerta de la Barqueta, la más Septentrional de todas las que se abrían en las murallas de la Sevilla antigua, esa ciudad heredada del medievo donde hasta hace pocas décadas aún era posible escuchar historias mágicas y bellas tradiciones como la que hoy recordaremos en este artículo. 
A todo ésto, un nombre, el de Barqueta, inspirado en la barcaza que vadeaba el Río en ese punto y que el paso del tiempo junto con el progreso cambiaron por el moderno Puente que cuelga de un arco desde el siempre añorado 92


Pero sigamos con nuestra historia
Nada queda, decíamos, de la Puerta de la Barqueta
Ni de los dos torreones que la flanqueaban, ni de la espigada Almenilla que hacía las veces de remate, ni de las gruesas murallas que protegían a la ciudad de sus enemigos y de las crecidas del Guadalquivir, ni siquiera del Patín de las Damas, un agradable y bucólico lugar que se encontraba a sus pies y donde gustaba olvidar sus penurias la Sevilla romántica paseando al caer la tarde. 
Si miráramos hacia el Sur, doce torreones circulares se insertaban en la muralla que unía la Barqueta con la Puerta de San Juan, que estaba a la altura de la actual calle Guadalquivir y que los sevillanos del Renacimiento conocieron como la “del Ingenio”
Hacia el Este, dirección Macarena, el lienzo de la cerca almohade se interrumpía por un pequeño portoncillo a la altura del cruce de la calle Feria con la Resolana, donde los Altos Colegios, en el que según parece habitaba una colonia de Cucos, pájaros que le dieron nombre y que en las noches de verano hacían imposible el sueño del vecindario con sus estridentes sonidos. 
Todo también ha desaparecido.

Bartolomé Tovar: Puerta de la Barqueta

Pues bien, éstos eran los dominios de Mari Cangrejo, una brujita singular que, según las historias que se transmitían de padres a hijos, vivía oculta en los torreones de la Barqueta, desde donde urdía sus travesuras y fechorías. 
Allí, al amparo de las almenas de la vieja Puerta, elaboraba todo tipo de pócimas y brebajes mágicos gracias a los que conseguía volar ella y de paso sus secuaces, a los que enviaba nada más caer la noche sobre las casas de los incautos e indefensos vecinos. 
El barrio de San Juan de Acre, la Alameda, San Lorenzo... ni siquiera la calle Feria se salvaba de Mari Cangrejo y sus compinches, que sólo ponían fin a sus maldades de turno cuando el canto del gallo anunciaba el ocaso de la noche
Cuántos niños se despertarían en mitad de la madrugada temerosos de ver a la brujita entrando por el balcón de su casa… cuántos pasarían las noches en vela a la luz de la luna con la ilusión de ver su silueta entre las almenas de la Torre de Don Fadrique… cuántos asegurarían a la mañana siguiente haberla visto junto a la espadaña del monasterio de San Clemente…. cuantas historias habrían cobrado vida con Mari Cangrejo de protagonista… 
Pero un buen día, quizás malo, todo se acabó. 

El progreso llegaba disfrazado en forma de tren y cambiaba la eterna muralla de piedra y tapial por otra mucho más fría de raíles de acero y hierro. 
En Sevilla ya no había sitio para Puertas, para torres, para murallas y, mucho menos, para brujitas traviesas, aunque supieran volar y sólo actuaran de noche. 
Y así, alrededor de 1857, fue derribada la Puerta de la Barqueta, inaugurando el triste idilio de la ciudad con la piqueta que sólo dejó dos postigos en pie. Poco después la acompañaría la de San Juan con los doce torreones que las unían. 
No es de extrañar, por tanto, que Mari Cangrejo emprendiera su último vuelo; que dejara atrás lo poco que aún quedaba de la Barqueta, con su almenilla y su Patín de las Damas, que dejara dormir tranquilos de una vez por todas a los vecinos de la Alameda, a los hortelanos de la Resolana, a las monjitas de Santa Clara… y se marchara para siempre, de Sevilla y de su memoria, para nunca más volver.
Y nunca más ha vuelto...

12 de agosto de 2012

ToloMiro-TodoMiro

Posiblemente una de las esculturas más interesantes legadas a Sevilla tras la Expo'92 sea el mural Verbo América, del artista chileno Roberto Matta
Situado en la Puerta de la Barqueta, con permiso de la de Triana la más importante y concurrida de la Exposición, desde que ésta se clausurara ha sufrido repetidos daños provocados una veces por el cotidiano vandalismo y otras, simplemente, por la desidia municipal
Mural Verbo América. Fuente: Sevilla Daily Photo

Matta, el último surrealista, es considerado uno de los artistas más importantes del siglo XX tanto por los críticos y entendidos en la materia como por los coleccionistas, y así lo corroboran esos más de 5 millones de dólares en que fue subastada su obra “La Revolución de los Contrarios” el pasado 22 de Mayo en la neoyorquina casa Christie´s
En nuestro "Verbo América", porque hay otro mural realizado posteriormente con el mismo nombre que se expone en la estación Quinta Normal del Metro de Santiago de Chile, Roberto Matta dio rienda suelta a un universo mágico donde convivían elementos propios de su cultura natal con otros fruto de su imaginación o de la propia Expo, como la mascota Curro
Un mundo fantástico, un mundo onírico, una obra maravillosa en definitiva que, las cosas de Sevilla, suele pasar desapercibido y apenas valorarse. 
Pero no es el “Verbo América” la única obra de Matta que estuvo presente en Sevilla durante la Exposición Universal de 1992
Justo a la entrada del Pabellón de Chile un esbelto Tótem recibía a los visitantes; un esbelto Tótem labrado en bronce que, siguiendo el que parece ser el sino de Matta en esta ciudad, era eclipsado completamente por el famoso iceberg y las figurillas de lapislázuli que se exponían dentro. 
Este Tótem se llamaba ToloMiro-TodoMiro, nombre recibido en honor a un árbol ya extinto de la isla de Pascua, y representaba a las distintas etnias chilenas, siempre presentes en la creación del artista. 

ToloMiro-TodoMiro. Fuente: Nuevo Andén

Una vez acabada la muestra el Gobierno chileno llevó de vuelta al ToroMiro a su país, instalándolo primero en los jardines del edificio de la Cancillería y más tarde en el Patio de los Naranjos del Palacio de la Moneda, sede del Presidente de la República
Y allí permanece el Tótem en nuestros días, en ese Patio de los Naranjos cuyo nombre evoca curiosamente uno de los rincones más bellos de Sevilla, la ciudad para la que Roberto Matta lo concibiera hace ya 20 años y donde, por desgracia, apenas es valorado el "Verbo América", esa otra obra que nos regalara la imaginación del genial artista chileno.

Patio de los Naranjos del Palacio de la Moneda
Fuente: Eca-historiaygeografia.blogspot.com


6 de agosto de 2012

Un paseo por la Sevilla antigua: la Casa Cuna y el Camino de Miraflores


Retomamos nuestros Paseos por la Sevilla de los años 60 con una vista aérea bastante curiosa publicada hace algunas semanas en la siempre recomendable página de Facebook del Bar Casa Julián.


Salvo el edificio de la Casa Cuna (01) y algunos pequeños detalles que desgranaremos a continuación, nada puede hacernos siquiera sospechar que la avioneta desde la que se toma la fotografía (color blanco, a juzgar por el trozo de ala que se cuela en la esquina izquierda) está sobrevolando lo que hoy es el cruce entre las Avenidas Alcalde Manuel del Valle y San Juan de la Salle, lo que en esa época aún se conocía como Camino de Miraflores
Ante nosotros aparece una Sevilla de huertas, fincas y plantaciones, las mismas huertas, fincas y plantaciones que desde el Medievo como mínimo la rodeaban y abastecían de alimentos y materias primas; y las mismas huertas, fincas y plantaciones que, en muy pocos años, desaparecerán bajo Barriadas, calles y asfalto
La Casa Cuna (01), como decimos, es la única referencia clara que podemos tomar de la actualidad para situarnos en la imagen.
Magnífico edificio de corte regionalista proyectado por el arquitecto Antonio Gómez Millán, había sido levantado en la primera década del siglo XX sobre unos terrenos segregados de la Huerta de San Jorge (04), que aún existe cuando es tomada la imagen. 
Como Institución, la Casa Cuna nace a mediados del siglo XVI para dar respuesta a uno de los problemas mas importantes de la época, no sólo en Sevilla sino en el resto de Europa: el abandono de bebés recién nacidos en plazas, calles y puertas de iglesias, los tristemente famosos “expósitos”. 
En la Sevilla mas importante y poderosa que ha conocido la historia se estima que el 10% de los niños eran abandonados por sus madres al dar a luz, lo cual parece conmover al arzobispo Fernando Valdés que intenta dar una solución al problema fundando la Hermandad de Nuestra Señora del Amparo, que se encargará de educar y criar a estos  críos. 
La primera sede de esta congregación se situará en la calle Francos, aunque pronto pasa a la calle de las Carpinterías, que en breve cambia su nombre por Cuna y donde permanecerá hasta que se inaugure el edificio que vemos en la imagen (01). 
Pero sigamos hablando de la fundación del arzobispo Valdés
A pesar de sus buenas intenciones, la piadosa institución a duras penas logra cumplir sus objetivos, ya que las condiciones de la casa de acogida son terribles, tanto de hacinamiento como de salubridad. Por no hablar del presupuesto, a todas luces insuficiente para mantener una demanda tan desproporcionada. 
Y es que, para que podamos hacernos una idea de lo terrible de la situación, según un artículo de L. Carlos Álvarez Santaló, el 1 de Abril de 1709 había 2115 niños acogidos de los que 877 son de leche. Lo peor de todo es que los 15 meses anteriores, es decir, hasta el 1 de Enero de 1708, habían muerto 585 criaturas
La mortalidad alcanza cotas del 85% de los expósitos durante el siglo XIX, llegando a afirmar el viajero inglés Richard Ford, un asiduo de este blog por otros menesteres afortunadamente más agradables, que la Casa Cuna sevillana es “un sistema organizado de infanticidio. La muerte llega para muchos como un alivio y para el establecimiento es un ahorro…la proporción de los que sobreviven es de uno sobre doce
Sin duda estremecedor…. 
Ante la gravedad de la situación un grupo de señoras de la alta sociedad sevillana comienza a organizarse avanzada la primera mitad del siglo XIX con la intención de construir una nueva Casa de Cuna que al menos dignifique la breve estancia en el mundo de los pequeños. 
Fernán Caballero, la infanta María Luisa o la Condesa de Lebrija serán algunas de las damas integrantes de este piadoso grupo, segregando esta última una parte de una de sus fincas, la Huerta de San Jorge, para emplazar el nuevo edificio cuya primera piedra colocará la Reina Victoria Eugenia en 1914.
Desde el momento de su construcción la nueva Casa Cuna será la sede de la institución benéfica hasta  que en 1990 la Diputación, propietaria del edificio, lo cede a la Fundación San Telmo, que aún radica en sus instalaciones.



Se construye por tanto la Casa Cuna (01) en terrenos de la Huerta de San Jorge (04), a los pies del viejo camino de Miraflores (02) y junto al ramal de las vías del tren (03) que desde el Empalme de San Jerónimo se dirigía a la Estación de San Bernardo, ramal que ya en desuso servirá décadas más tarde de “campito” a los chavales de los nuevos barrios que se levantarán sobre estas huertas hasta que la Avenida Alcalde Manuel del Valle la oculte a finales de los 80 bajo cuatro carriles de asfalto y un bulevar
Aún hoy queda de todas formas un pequeño vestigio que recuerda este tren y estas vías: el murete de contención que las protegía de las riadas del arroyo Tagarete, que ubicaremos a continuación, por lo que volvemos de nuevo a nuestra foto.


La Huerta de San Jorge (04), propiedad como se dijo de la condesa de Lebrija, sigue a pleno rendimiento pese a la segregación de la Casa Cuna. Sus tres edificios, la casa principal y otros dos de apoyo, aún están en pie rodeando la alberca desde la que se regaban los frutales y regadíos
En el otro flanco de la Casa Cuna y dispuestos a los pies de un camino rural que parte desde la misma carretera de Miraflores y que aún hoy, en 2012, sigue sin ser asfaltado, aparecen los pequeños caseríos de la Huerta del Pilar (05) primero y la de Santa María después (06), terrenos exclusivamente agrícolas limitados al Norte por un apenas perceptible arroyo Tagarete (07), que en ese tramo se llamaba Miraflores. Sobre ellos se levantan hoy las barriadas de Los Arcos y Las Naciones
Atravesando el arroyo encontramos la que, hasta que se levanta la Casa Cuna, era la construcción más importante de la zona, el cortijo de los Calonge (08), un conjunto de edificaciones típicas del campo andaluz que ocupaba los terrenos del actual Polígono Industrial
El objetivo del fotógrafo se pierde en los sembrados de la Fuente del Arzobispo (09), una zona de vital importancia histórica para Sevilla ya que junto a los Caños de Carmona fue durante siglos el punto desde el que se suministraba agua potable a la ciudad. 
Seguimos barriendo la imagen con dos Huertas más, la de San Matías (10) y la de San José (11) que lindarían al Este con lo que actualmente es la Barriada de la Corza, y, culminando el sentido de las agujas del reloj, con una de las ventas que se levantaban desde tiempos remotos a los pies de la Avenida de San Juan de la Salle, nombre que tomó el camino de Miraflores años mas tarde. 
Hablamos, y seguramente los amigos de Casa Julián pueden corroborarlo, de la venta Victoriano (12), a la que seguía Villa Pilar, Villa Mercedes y así toda una hilera de casitas de una o dos plantas a lo largo del Camino que llegaban prácticamente hasta la misma Ronda
Aunque en mal estado de conservación por regla general, afortunadamente algunas de estas casas aún hoy permanecen en pie, como si fueran testigos de esta Sevilla de huertas, cortijos y campos que nunca más volverá. 
Para bien y para mal.