27 de septiembre de 2009

Un paseo por la Sevilla de los años 60: Pío XII


Gracias al amigo Rafael Borondo, que amablemente nos remite estas dos magníficas vistas aéreas, daremos un paseo por una Sevilla no muy lejana en el tiempo aunque algo difícil de reconocer en la actualidad.
En ambas fotografías podemos ver una ciudad en transición, inmersa en una vorágine de transformaciones que cambiarán su imagen para siempre. Huertas y edificios residenciales se entremezclan en un escenario que está sufriendo su consolidación definitiva en suelo urbano después de varias centurias conformando el cinturón de fincas que rodeaban la urbe desde el medievo. Pasado y presente de una Sevilla que trataba de dar respuesta al problema de escasez de vivienda que arrastraba desde principios del siglo XX.
La primera de estas fotografías está tomada aproximadamente a la altura (en sentido real y figurado) de la Avenida de la Cruz Roja. Lo que más llama la atención es el hecho de que esa zona, que hoy podríamos considerar el “término medio” entre el centro histórico y las barriadas periféricas, era en ese momento prácticamente campo. Mas aún si tenemos en cuenta que de la toma de estas imágenes no hace mas de medio siglo, ya que por el estado en que se encuentran las obras de la barriada Pío XII, aún en su primera fase, se pueden fechar en torno a los primeros años 60.
Cuatro son los núcleos residenciales que se observan: por un lado los barrios ya consolidados del Retiro Obrero, “Los Carteros” y el entonces conocido como Barrio Polo, en la bifurcación del antiguo Camino de Miraflores hacia la Casa Cuna y el Manicomio. Por otro, en posición central, una nueva barriada que aún está en su primera fase de construcción: Pío XII.
Alrededor de ellas se sitúan las huertas heredadas del pasado agrícola de la zona, un pasado que, como se refirió anteriormente, estaba llamado a desaparecer.

Sevilla años 60

Sin mas dilación, comenzaremos el primero de estos paseos. Partiendo de la actual Avenida de Miraflores, es decir, entrando en escena por la esquina inferior derecha, lo primero que encontraríamos sería la barriada del Retiro Obrero. Sobre los terrenos de la huerta de La Pintada se había edificado este barrio en los años 30 bajo las órdenes de Antonio Gómez Millán, uno de los arquitectos mas prestigiosos de la época que, influenciado por la corriente regionalista del momento, proyectaba una zona residencial de viviendas unifamiliares de dos plantas con un pequeño jardín delantero junto a cuatro bloques de pisos a mayor altura donde alojaría a las clases menos pudientes, siempre de acuerdo a lo establecido por la entonces vigente Ley del Retiro Obrero.
El nuevo barrio se colocaba a los pies del cada vez mas pujante Camino de Miraflores, auténtico eje vertebrador de la expansión de la ciudad hacia el Norte, en parte gracias a que en sus inmediaciones se concentraba buena parte del tejido industrial de la época, como la Fábrica de Corchos de Armstrong Cork y Cía, cuyas naves dejaríamos a la derecha de seguir subiendo la Avenida.
Una vez pasada dicha fábrica, una de las mas importantes del momento a la que incluso llegaba un ramal del tren, llegaríamos a un edificio que aún se mantiene en pie en nuestros días: el antiguo Cine Pío XII, actualmente ocupado por un bar y un taller mecánico. Lo que no puedo asegurar es que por aquel entonces ya pusieran esas raciones de ortiguillas capaces de transportarnos a Chipiona en cualquier época del año.
Pero bueno, no nos desviemos ni del sentido de la entrada ni del recorrido que nos hemos marcado, entre otras cosas porque a buen seguro nos perderíamos en las huertas de los alrededores: la del Castillo, de San Ignacio, Cisneo Alto, del Carmen
Como en la actualidad, el Camino de Miraflores, que aún no luciría por esa época el molesto empedrado que hemos padecido hasta hace muy pocos años, se bifurcaba antes de llegar al Colegio de la Salle-Felipe Benito.
En la cuña de dicho cruce se había creado el barrio Polo, actualmente conocido como la Salle, una compleja amalgama de viviendas autoconstruidas por los trabajadores de las fábricas del entorno que hoy día ha cambiado casi por completo gracias a las profundas transformaciones de los últimos años. Pese a todo, aún se mantiene la tipología edificatoria original de viviendas unifamiliares de una o dos plantas en las calles interiores del mismo. Y por supuesto Casa Julián... a buen entendedor…
Siguiendo lo que actualmente sería la Avenida de la Salle podríamos visitar la primitiva sede de Radio Sevilla, en caso de que no pasara desapercibida, ya que estaba dentro de la huerta del Hazo del Castillo; y, para acabar, saciar nuestra sed en la Venta Victoriano, situada justo antes del paso a nivel de la Casa Cuna, también ya en funcionamiento y desde donde se llegaba al Cortijo de Miraflores, uno de los mas importantes y señeros de la ciudad.
Pero no vamos a cruzar el paso a nivel, sino que doblaremos a la izquierda siguiendo la vía del tren que unía San Jerónimo con Santa Justa, fácilmente reconocible por atravesar transversalmente la parte superior de la fotografía, de la que aún hoy día quedan restos del murete de defensa en la actual Avenida Alcalde Manuel del Valle, que precisamente discurre por encima de su antiguo trazado.
Llegaríamos entonces al barrio de Los Carteros, esa mancha de casitas blancas que se observa en la esquina superior izquierda. También es ésta una zona de autoconstrucción que se iniciaba en los años 20 y que en nuestros días, sin que sirva de precedente, todavía mantiene su antiguo entramado urbano a base de calles paralelas conformadas por viviendas unifamiliares adosadas de poca altura y escaso fondo.
Volvamos ahora hacia el punto de partida, aunque en esta ocasión lo haremos “campo a través” por las huertas de Cantalobos, de San Jacinto y del Almés, donde ya se atisban los primeros edificios de la barriada Pío XII, dos bloques paralelos que son difícilmente reconocibles en la Sevilla de hoy día si no tenemos en cuenta la gran cantidad de elementos que faltan a su alrededor, entre otros la misma Ronda, que pasaría entre ambos.
Sobre los terrenos que ocupaban las huertas del Cangilón, Santa Catalina, Cofradías y del antiguo Lavadero de lanas de los Portales se ubicó esta barriada, cuyo proyecto es encargado al arquitecto Fernando Barquín y Barón, que diseña una zona residencial en la que se albergarán principalmente los trabajadores de las empresas limítrofes y familias procedentes de los cada vez mas escasos corrales de vecinos de la ciudad histórica, inmersos en un irreversible proceso de desaparición. Mi propia familia es una de las muchas que se trasladarán a este nuevo barrio.
En la construcción de las mas de 2000 viviendas que conforman Pío XII intervendrán las 3 empresas del ramo mas importantes del momento: el Real Patronato de Casas Baratas, la Inmobiliaria Real Patronato y DARSA, antecedente de Agromán, asignándose al menos dos fases a cada una. En las fotografías, como ya se ha comentado, las obras están aún en la primera de ellas.
Una de las curiosidades de esta barriada es que junto a los bloques residenciales también estaban proyectadas inicialmente una serie de zonas deportivas y equipamientos que, salvo la iglesia de Santa María de las Flores, fueron desechados por el sobrecoste económico que conllevaban y, por supuesto, por la especulación de sus propietarios, que en algunas ocasiones aguantaron hasta finales de los años 80. Es el caso de la finca que ocupaba el solar donde hoy está el edificio de, entre otros comercios, el Rey de la Cerveza, finca que servidor conoció de niño y donde padeció los picotazos de una especie de pavo-guardián que se dedicaba a espantar a todo el que se acercaba. De hecho me planteo si la vieja casucha aguantó tanto tiempo en pie por el pulso del propietario a la administración o porque nadie tuvo agallas de meterse hasta que no estuvo muerto el dichoso pavo…
Anécdotas aparte, sigamos con el paseo. Además de los dos bloques anteriormente referidos, lo único edificado en ese momento del actual barrio es la zona que delimitan en su parte Norte las calles Margarita y Pensamiento, antiguo camino entre fincas que se mantuvo en la nueva urbanización; por el Oeste no se llegaba aún a la Cruz Roja (Madreselva) sino que se interrumpía en la calle Geranio, completándose ya en la 3ª fase.
Lo que sí está perfectamente definida es una irreconocible calle Conde de Halcón, apenas edificada. Al menos en ese momento, ya que toda la zona Sur, antiguas huertas del Hierro y de la Yesca, estaba empezando a colmatarse, aunque de manera desorganizada y poco planificada. Pese a todo se pueden distinguir los actuales números 1,3 9 y 11 de la calle Almensilla así como el inmueble que hace la esquina de Algámitas con Llerena.

Sevilla años 60

La segunda imagen estaría tomada sobre lo que hoy sería la Hermandad del Trabajo, entonces huerta de la Era. De nuevo empezaremos nuestro camino por la esquina inferior derecha, donde asoman tímidamente los primeros bloques de la barriada de la Barzola, nacida por los años 30 en un principio sin planificación alguna, aunque posteriormente el Ayuntamiento tomó cartas en el asunto y evitó que ocurriera como en el barrio Polo o en Los Carteros (y muchas otras zonas de Sevilla nacidas al amparo de esta “necesidad” imperiosa de vivienda: Bellavista, Fontanal, Cerro del Águila, Torreblanca…).
Es curioso ver lo que eran las actuales Ronda de Pío XII y la Cruz Roja (tramo de Madreselva), en el caso de la primera ni siquiera delimitada mientras que la segunda se intuye en el camino de albero que se pierde en dirección al Colegio de los Moros, ya entonces en funcionamiento.
Para situarnos correctamente recordemos que falta aún por completarse la barriada de Pío XII en su frente a ambas avenidas, ya que como se comentó anteriormente la calle que se sitúa frente a la Barzola es la actual Geranio.
Siguiendo en la dirección contraria a las agujas del reloj llegaríamos de nuevo a la antigua Huerta de la Yesca, en pleno proceso de autoconstrucción en contraste con la otra huerta de la zona, la del Hierro, aún en pleno rendimiento agrícola.
Al fondo el Retiro Obrero, cuya imagen regionalista contrasta fuertemente con los modernos bloques de Pío XII. La calle Alhelí marcaba la frontera entre ambas barriadas, tan cercanas en el tiempo y diferentes en concepto.
En esa misma “frontera” estuvo el Canódromo de Sevilla, instalaciones que llegaron a estar totalmente construidas aunque nunca se inauguraron por problemas económicos de sus propietarios.
De esta forma llegamos nuevamente al punto de partida de este recorrido fotográfico: el Camino de Miraflores. Como hemos visto, la acera de los impares ya está completamente consolidada por las dos barriadas antes citadas, mientras que en la opuesta podemos ver con mas detalle que la anterior imagen lo que era la inmensa Fábrica de Corcho de Armstrong Cock y Cía, germen de la actual barriada de Santa María de Ordás, cuyas naves monopolizaban todo el frente hacía la avenida. Detrás, una vez mas, huertas: San Francisco, Santa María y del Castillo.
De todas formas intentaremos identificar los pocos elementos que aún persisten en nuestros días. Empezando por lo que sería nuestra izquierda, es decir, a contramano de cómo hoy se circula por la Avenida (de momento, porque como está la cosa lo mismo este mismo fin de semana han cambiado el sentido) se reconoce perfectamente el ya comentado Cine Pío XII. A continuación encontramos el frente de naves de la antigua fábrica que han dado paso a modernos bloques de viviendas, alguno hace muy pocos años, caso del edificio esquina con la calle Filiberto Mira.
Es al final de la imagen donde de nuevo encontramos una serie de inmuebles que aún se mantienen en pie, cuyos bajos están ahora ocupados por los bares Casa Pepe, la Fundición o la Autoescuela Leonesa. También se distingue la calle Manuel Carretero, hoy un callejón residencial sin salida que como vemos en la imagen, en su momento se abría literalmente al campo.
Y ya se nos acaba el paseo. A escasos metros, siempre yendo a contramano por la actual avenida, encontraríamos el cuartel de la Guardia Civil en la esquina con Lamarque de Novoa, e incluso si caminamos un poco mas veríamos la chimenea de la Fábrica de Vidrios de la Trinidad y, quién sabe, algún que otro charco de la ya desecada laguna de los Patos, vulgo Cascagea. Pero claro, ese ya sería otro paseo. Y otra fotografía….

21 de septiembre de 2009

Cambio de dueño

Hace dos semanas, en los comentarios al hilo de la terracita del EME, surgía un debate bastante interesante donde se ponía en duda quienes eran los principales beneficiarios de las obras de peatonalización que se están llevando a cabo.

Este tema podría enfocarse desde muy distintos y variados puntos de vista: económico, turístico, demográfico (recomiendo al respecto este fantástico artículo publicado por José M. Gómez Muñoz en Diario de Sevilla), pero aquí vamos a centrarnos en el ámbito del peatón, del ciudadano anónimo por y para quién se realizan estos cambios.

Porque claro, si bien es cierto que a costa del tráfico hemos ganado nuevos espacios que antes solo podían ser disfrutados en momentos puntuales y excepcionales, como no se tomen medidas la situación puede llegar incluso a revertirse.

Creo que se debe partir de una base, y es que el disfrute pleno de Sevilla por parte del peatón, sea autóctono, visitante o simplemente esté de paso, es desde hace unos años prácticamente imposible (al menos a corto-medio plazo) dado que la imagen principal de la ciudad, esa que tantas veces fue pintada, fotografiada, cantada y descrita por todo tipo y género de artistas, es en la actualidad propiedad de la cadena Abades.

La cosa es bastante sencilla: si usted quiere disfrutar de esa Sevilla eterna que desde el siglo XVI inmortalizaran los lienzos de Merian, Coello o Tortolero basta con abonar lo que estipule la carta de precios del restaurante Abades-Triana. Por supuesto, las vistas son preciosas.

Hecho este pequeño inciso, entremos de nuevo en materia. Tres son por el momento los principales emblemas de la “nuevaSevilla peatonalizada: Avenida de la Constitución, entorno Alfalfa-Salvador (Piel Sensible) y Alameda de Hércules. Esta última la dejaremos un poco al margen ya que su estructura urbana apenas se ha visto alterada y es difícil hablar de un resultado final en una plaza que, como la del Triunfo, suele ser remozada por completo cuando se mueve el sillón del Ayuntamiento.

La Avenida de la Constitución es sin duda la estrella de esta hornada de cambios. La joya de la corona de la Sevilla Sostenible. Y sobre el papel podríamos decir el objetivo está sobradamente cumplido en la actualidad. Sobre el papel, que no sobre los adoquines.

Porque claro, si nos atenemos al significado que otorga el diccionario de la RAE a la palabra “peatonalizar” creo que no hay nada que objetar: Metrocentro, bicicletas y coches de caballo son obstáculos que se oponen a que esta acepción se cumpla de pleno. Eso sí, el primero se estima necesario (aceptemos “tranvía” como medio de transporte) y los otros dos son inevitables. De todas formas no son las únicas nubes que acechan en el horizonte…

Las características de la Avenida pre-peatonalizada la hacían territorio propicio para oficinas y edificios administrativos en detrimento de bares y comercios, que preferían otros lugares de accesibilidad y tránsito mas propicio para su clientela. Sin embargo ahora, con una calle de 20 metros de anchura en pleno centro administrativo, comercial y turístico de la ciudad, se han vuelto las tornas y Constitución se ha convertido en una presa bastante golosa para el ramo de la hostelería, mas aún si tenemos en cuenta que la competencia es prácticamente inexistente por lo antes comentado.

El primero en posicionarse sobre este tablero en blanco ha sido el Horno San Buenaventura, establecimiento afincado desde hace años en la esquina de García de Vinuesa que no ha dudado en colocar veladores en plena Avenida (cosa lógica) acotándolos con vallas para “blindar” a su clientela (cosa ya no tan lógica).

Y es que claro, entre la zona a respetar para tránsito del Metrocentro y la zona acotada por el Horno resulta que nos quedamos con menos espacio que antes de la peatonalización. Todo ello suponiendo un escenario ideal, de gravedad cero: es decir, en el que no pase una bicicleta por los alrededores, ni esté la típica papelera de Lipassamestacionada”, ni una gitana nos venda romero.

Si, como todo parece indicar, en un futuro crece el número de establecimientos en la Avenida y todos siguen el mismo ejemplo, puede llegar un momento en que la peatonalización quede reducida a un simple cambio de dueño de la calle: el coche por el velador.

Otro ejemplo lo tenemos en la Plaza de la Alfalfa. Durante años convertida en un simple aparcamiento de coches, su peatonalización, encuadrada dentro del proyecto “La Piel Sensible”, gana un nuevo espacio urbano para la ciudad que antes solo podía disfrutar los domingos en el mercadillo de animales (del cual lamento profundamente su desaparición por cierto).

Todo perfecto, hasta que empiezan las acotaciones: parterre (o como se llame el recinto para tierra que se ha colocado en el lateral de la plaza), bancos extralargos, zona de juegos para niños. La Alfalfa Sensible se reduce pero aún así el peatón sigue ganando respecto a su estado anterior. Hasta que irrumpen los bares con sus veladores.

La invasión empieza tímidamente, ocupando prácticamente el mismo espacio que antes en el antiguo acerado. Pero llega la relajación… Y en breve se prevé la apertura de una pizzería.

Al menos los dos bares que copan la entrada a esta plaza desde Alcaicería han tenido la delicadeza de no acotar su zona de veladores con vallas ni maceteros, como por ejemplo ha hecho el Robles-Laredo unas decenas de metros mas arriba. O el EME de marras.

En fin, que desde mi punto de vista sí a la peatonalización, pero siempre que el beneficiario sea el peatón y que éste necesite beneficiarse (tampoco se trata de peatonalizar por peatonalizar).

Esto lo podría firmar el mismísimo Perogrullo, pero claro, según se están desarrollando los acontecimientos tiene todas las papeletas de que o se toman medidas o todo va a quedar en un simple cambio de dueño. Y lo que es peor, que dentro de unos años no tengamos mas remedio que peatonalizar los veladores

17 de septiembre de 2009

Una de patadas al diccionario

Seseo

Según parece en algunas zonas de la Sevilla de antaño era bastante común el seseo. Sirvan como ejemplo estas palabras de Santiago Montoto al hablar de la Puerta de la Carne en su maravilloso libro “Esquinas y Conventos de Sevilla”, donde comenta que a sus vecinos “no se les llena la boca con la palabra corazón, se les escapa en un largo silbo”.

Una huella de este pasado “seseante” resiste el paso del tiempo y de las obras en la actual Ximénez de Enciso, que aún mantiene el rótulo de “Ensisos” en la fachada de una de sus casas. Lo mismo ocurría en otras calles como Placentines (Plasentines) o Argote de Molina (Siprés), aunque en estos casos los viejos letreros ya han desaparecido.

Ceceo

El rótulo de esta calle de La Rinconada sería algo así como el gol de Zarra de las patadas al diccionario, ya que históricamente es insuperable. De nada le sirvió al pobre hombre conquistar el imperio azteca, ni tan siquiera haber pasado los últimos días de su vida a pocos kilómetros de esta localidad… La LOGSE, que hace estragos (o era la LOU… o Bolonia… ni idea, ya me he perdido)

Como curiosidad, la amiga Charo publicaba hace unos meses en su blog el estudio de una empresa de telefonía donde se decía que en España tenían 611 calles el nombre del militar extremeño. Yo lo corregiría: 610.

Ceceo Máccimo

Seguimos por la antigua carretera de Córdoba y llegamos a Lora del Río. Aunque el cartel daña la vista e incluso los oídos, el mérito de este letrero es que va “a contracorriente”: mientras hoy día las palabras tienden a acortarse, este señor nos regala un 2x1.

Y Rorreo…

Pintar de dorado las puntas de flecha de la verja puede salir por unos 50 euros.

Forrar la columna de la puerta con mampostería serán unos 200 euros.

La estatua del león sedente y vigilante costará alrededor de los 400.

Que Enrique Mari se equivoque en el cartelito de su casa… no tiene precio.

14 de septiembre de 2009

Los Candados del Amor

Son cada vez más las voces que se están levantando en contra de la nueva “moda” de colocar candados en el Puente de Triana, alcanzando el problema tal magnitud que incluso fue la semana pasada la temática estrella a tratar por la Comisión Local de Patrimonio Histórico.

Como señala el amigo Duende del Sur en su blog, es ésta una tradición importada por los Erasmus italianos basada en una novela de Federico Moccia, “Tengo ganas de ti”, consistente en que cada pareja de enamorados fija a la barandilla un candado con sus iniciales para de esta forma alcanzar algo así como el amor eterno.

Basta darse un paseo por cualquiera de las dos aceras del Puente para comprobar que la variante hispalense de esta tradición ha calado bastante hondo en la población autóctona, que cuando se lo propone es capaz de alcanzar unos niveles de esnobismo y novelería fuera de lo normal.

Como se suele decir, “nadie es profeta en su tierra”, y en Sevilla menos. Así, seguramente muy pocos de los seguidores de esta moda sabrán que a escasos metros del Puente cómplice de sus amores se encuentra, por ejemplo, la Piedra Llorosa, último vestigio de una de las historias mas tristes y conmovedoras de esta ciudad, convertida en la versión moderna del PipiCan que estaba en la isleta del cruce José Laguillo con María Auxiliadora hasta que Manuel Fraga nos obsequió con un Cruceiro allá por el cada vez mas lejano 92… No es que fuera muy original el hombre y tampoco es que anduviéramos escasos de cruces por estos lares, pero al menos se adecentó un poco el lugar.

Candados hay para todos los gustos. Aunque las supuestas reglas dicen que se deben colocar dos, uno por cada tortolito, parece que la crisis no perdona y la mayoría de las veces encontramos solo uno.

Servidor, que tenía ganas de perder el tiempo esta mañana, se dio un paseíto por el Puente que, dicho sea de paso, se ha convertido en toda una radiografía de los diferentes tipos de relaciones sentimentales. Y es que en la barandilla podemos encontrar parejas heterosexuales, parejas gays, parejas de lesbianas, parejas con posibles económicos, de distintas clases sociales, amantes de la física, de las matemáticas, de la pintura, parejas extranjeras, parejas horteras. Hasta orgías

Por haber, hay incluso un tío con mis iniciales (sobra decir que no tengo nada que ver al respecto).

Tampoco es la primera vez que se rellena un espacio de esta ciudad con candados. De hecho cuando me enteré de esta moda vinieron a mi cabeza las largas caminatas que, algunos días, daba por la Avenida de la Borbolla hacia Reina Mercedes. Y es que hubo un tiempo en que uno hacía hasta deporte…

Sin que nunca supiese el motivo ni la causa, en una de las vallas del Parque de María Luisa, concretamente en el Centro de Educación Vial, una o varias personas se entretuvieron durante años en colocar candados de forma similar, aunque en menor número, a como hoy se está haciendo en el Puente de Triana. De hecho aún hoy se pueden ver algunos de estos cerrojos, algo oxidados por el paso del tiempo, en la verja del Centro.

Allí han pasado desde entonces desapercibidos, claro que no molestaban a nadie. Por eso quizás dejaron de colocarse.

Para acabar, ya que estamos metidos en materia y dado que el Pisuerga pasa por Valladolid, o en este caso que el Guadalquivir lo hace bajo el Puente de Triana, aprovecho para meter mi pullita mensual a la Torre Pelli.

Porque claro, me parece fantástico y maravilloso que la Comisión de Patrimonio, un organismo por cierto creado por el Ayuntamiento, se reúna para debatir este tema y tomar medidas al respecto, pero, ¿son esos candados el mayor peligro que se cierne sobre el Puente de Triana?

Evidentemente los candados afectan a la imagen del mismo, esa imagen centenaria y típica que todos tenemos del principal lazo de unión de Sevilla con su arrabal mas famoso. Pero al fin y al cabo todo se reduce a una simple cuestión de perspectiva: uno debe estar dentro del puente para verlos, porque de lejos no se aprecia absolutamente nada.

Pese a todo Patrimonio cree que existe riesgo de que el Puente pueda sufrir daños de seguir esta moda en auge, y por ello ha tomado la decisión de vigilar la colocación de los dichosos cerrojos, aspecto que, siendo sincero, aún no he llegado a entender como va a llevar a cabo: supongo que colocará cámaras de videovigilancia o, yéndonos por las ramas, igual se crea un cuerpo de vigilantes de barrotes y así matamos dos pájaros de un tiro: se deja libre el Puente y baja algo el paro.

Ahora en serio, si Patrimonio cree que esta moda puede poner en peligro la imagen del Puente, ¿qué pasa entonces con la Torre Pelli?

Que cada cual saque sus propias conclusiones. Yo ya tengo la mía. Y una hipoteca, así que me río de candados…

10 de septiembre de 2009

El Juego de las Calles de Sevilla

Como parece ser que se ha vuelto a convocar el concurso de graffitis en los contenedores de vidrio, este blog no quiere ser menos y por ello propone un juego inspirado en algunas de las calles donde los artistas urbanos plasmarán sus obras en breve.

De temática parecida al típico Ahorcado, se trata de completar el nombre de la calle oculta en el panel que se ofrece en la fotografía.

El premio será un barrote impoluto del Puente de Triana donde vencedor y familia podrán unirse a la última moda rellenándolo de candados.

01.- Para ir calentando motores, una facilona.

02.- Ahora por partida doble, la misma letra para calle y tienda.

03.- La cosa se complicaría con dos letras, si no fuera por la calle…

04.- No es una calle pero bueno… Eso sí, mas que los azulejos se echa en falta una manita de pintura… vamos, que si a algún graffitero le sobra un poco de spray blanco se puede hacer un apaño.

05.- Más difícil, aquí faltan tres letras, dos de ellas vocales.

06.- Esta tiene de todo. Para ir perdido…

Eso es todo por ahora. Ya saben, un fantástico barrote del Puente de Triana les está esperando...

7 de septiembre de 2009

De Londres, Rota y la selva tropical

La semana pasada el grupo Inditex daba un paso mas en esa colonización del centro comercial de la ciudad que parece estar llevando a cabo. Una nueva tienda de ropa en la calle Rioja se une a los Mango, Zara y compañía que acaparan los edificios comerciales de la que en su momento se vino a llamar Milla de Oro sevillana, aunque entre crisis, obras y peatonalización lo mismo ahora se ha devaluado hasta la plata o el bronce, cualquiera sabe.

Si en nuestros días se siguiera utilizando el mismo criterio que en la Edad Media de dar a la calle el nombre del gremio que habitaba en ella, la zona Sierpes-Tetuán podría llamarse perfectamente barrio de Amancio Ortega o mejor de “Los vendedores de Inditex”, que el hombre parece que no es muy amigo de la popularidad. Con la millonada que debe tener yo tampoco lo sería, la verdad…

Serán los efectos del síndrome post-vacacional, la morriña del salitre chipionero o el verano que parece este año empeñado en quedarse perennemente, pero este apunte de actualidad económica hispalense, que al fin y al cabo me da absolutamente igual, ha vuelto a transportarme al, desgraciadamente, cada vez mas lejano mes de Agosto.

Y es que ya digo, aunque no sea mi intención, estos días cualquier excusa me hace retornar a esas eternas tardes de vagancia y ocio en la playa de Regla, con el faro a mis espaldas y un azul infinito en el horizonte. Casi nada, y eso que uno es de secano…

Mi amigo Jota, motero de Villamartín y chipionero de adopción los meses estivales (mas aún este año de paro forzoso), no es precisamente la versión gaditana de Fidias Fog, aunque hay que reconocer que en eso de pasear allende las fronteras haya hecho sus pinitos.

Entre baño y cerveza (por mi parte, Jota es abstemio practicante), me comentaba que los centros históricos de las ciudades europeas cada vez son mas parecidos entre sí, ya que como en todas se están estableciendo las mismas firmas y empresas que, además, plasman en los edificios donde se asientan su imagen corporativa, se está produciendo una especie de homogeneización de las grandes urbes modernas.

Es decir, que mientras por un lado desaparecen los establecimientos autóctonos y tradicionales que formaban parte de la imagen característica de la ciudad, por otro se instalan nuevos comercios que incorporan elementos comunes con otras capitales. Así uno puede pasear por el centro de Barcelona, de París o de Bruselas y encontrarse una esquina similar a la que aquí hacen Velázquez con Rioja.

Era ésta una de las cosas que le habían llamado la atención en su último viaje a Londres, donde por poner un ejemplo puedes comer, beber y vestirte exactamente igual que si estuvieras en la calle Sierpes. Para que luego los guiris se crean que aquí vamos vestidos de torero por las calles...

Afortunadamente en esa globalización hay de todo, como en botica, y no podía faltar la nota castiza: y es que en plena Neal’s Yard, junto a la casa donde vivieron los Monty Phyton, hay nada mas y nada menos que un azulejo con el escudo de Rota junto a un paisaje de la localidad costera.

El por qué de este homenaje no me lo pregunten; quizás los caballeros de la mesa cuadrada tenían en un lugar preferente de su dieta la urta a la roteña. “No idea”.

Idéntica sensación, o eso creo, deben llevarse los nativos de Guayaquil y otras latitudes ecuatoriales cuando pasean por la calle Alemanes.

Y es que a Sevilla, supongo que haciendo honor a su antigua condición de Puerto de Indias, no le bastaba con tener los mismos Bershka (o como diablos se escriba), McDonald’s y Telepizzas que Dublín, sino que además ha tenido que importar características propias de las ciudades amazónicas. O esa es la explicación que yo le doy a la terraza del EME.

Porque el hecho de que a los mismos pies de la Giralda (fantástico blog por cierto), en el corazón de la zona turística y monumental, en ese espacio protegido por la UNESCO que tanto dio que hablar hace algunas semanas con la Torre Pelli, encontremos un micro-ecosistema de arbustos, macetones e incluso un olivo es, cuando menos, digno de estudio.

Desde mi punto de vista este pequeño vergel (recordemos, en unos de los entornos mas protegidos y cuidados de la ciudad) que separa los veladores del mundanal ruido que se extiende mas allá de los macetones, chirría por todos lados.

En repetidas ocasiones he mostrado mi simpatía por la peatonalización del Centro Histórico y de todo lo peatonalizablemente peatonalizable (el que lo peatonalice buen peatonalizador será) ya que, siempre según mi opinión, restringiendo el tráfico al centro histórico la ciudad gana bastante, aunque por supuesto también existan contras.

Pero claro, que en plena calle Alemanes, junto a la Avenida de la Constitución, estandarte de esta Sevilla peatonalizada y presuntamente moderna, se acote un trozo de calle a favor de un comercio, no le encuentro respuesta. Porque si bien entre veladores y plantas se pueda pasar, ésto no deja de ser un obstáculo para el viandante. Todo ello aderezado con una obra, una cabina de teléfonos y los coches aparcados que, prácticamente, aíslan la terracita.

No tiene sentido ganarle terreno a los coches para cederlo a los peatones (incluso a costa de reducir la accesibilidad de los mismos al centro, uno de los principales contras que le veo al invento) mientras a pocos metros se permite acotar y limitar el tránsito en una zona que, por cierto, sigue estando abierta al tráfico.

Y mas teniendo en cuenta que en esa misma calle, precisamente, hay bares que también tienen veladores de toda la vida sin que hayan supuesto nunca un obstáculo para los transeúntes ni hayan desentonado en ningún momento con el entorno.

Todo ello por no hablar del dineral que se está invirtiendo en pieles sensibles y demás proyectos encaminados a homogeneizar el mobiliario urbano y adecentar el casco histórico mientras se permite en la calle Alemanes la creación de esta miniselva tropical mas cercana a las ruinas de Machu Pichu y la Riviera Maya que al gótico tardío de la catedral.

1 de septiembre de 2009

La calle Pozo

Cuando uno habla de la Sevilla que se fue, de esa Sevilla que vivieron nuestros abuelos y que ya solo es posible recrear en la imaginación de aquellos que aún tengan la capacidad de soñar (cada vez mas escasa en los tiempos que corren), se tiende a evocar los viejos conventos, los suntuosos palacios o los corrales de vecinos que, por motivos, objetivos y emolumentos varios, pasaron a engrosar la tristemente larga lista de ilustres víctimas de la piqueta.
Sin embargo no fue esa la única ciudad que se nos fue, el único de “los cielos que perdimos” pese a las lágrimas de don Joaquín Romero Murube. Al contrario, quizás fue una parte relativamente insignificante en comparación con lo que realmente ha desaparecido.
Y es que hubo una Sevilla anónima, una Sevilla popular, cotidiana, real, una Sevilla que se gustaba en cada esquina, que dejaba su impronta en cada calle, en cada rincón, en cada casa y que, de una manera aún mas silenciosa y generalizada, se marchó para siempre.
Es evidente que no se puede (o no se pudo) conservar el tejido urbano legado por nuestros antepasados en su totalidad. Material y prácticamente habría sido inviable, ya que una ciudad conforme crece tiene nuevas necesidades que hacen prescindibles muchos elementos existentes e imprescindibles otros tantos que aún están por venir.
Una muestra son los ensanches (no todos, con algunos es mejor pasar página…) que se realizaron a principios del siglo XX y gracias a los cuales hoy día podemos disfrutar, por ejemplo, de la Avenida de la Constitución, que se asienta sobre los cimientos de lo que era el Colegio de Santo Tomás o de la Universidad de Santa María de Jesús.
Pero también es verdad que en algunos casos (por no decir la mayoría) pudo haberse hecho mucho mas por mantener el paisaje urbano heredado y evitar que la gran mayoría de calles céntricas dejen en la actualidad esa sensación de que estamos ante una amalgama de estilos contrapuestos y. a veces, incluso incoherentes.

Un claro ejemplo lo tenemos en esta antigua imagen de la calle Pozo sacada del libro “Arquitectura Civil Sevillana”.

Esta calle cuyo nombre, según Félix González de León, proviene de un pozo que se encontraba en una de sus esquinas (antiguamente solía recurrirse con frecuencia a la ley del mínimo esfuerzo) apenas si tiene peso específico no solo en el callejero de la ciudad, sino en el del mismo barrio de la Macarena, donde se encuentra.
Tan solo el
Colegio de la Sagrada Familia, regido por las Hermanas Carmelitas de la Caridad desde 1895, tiene una relativa importancia dentro del paisaje y morfología urbana de esta bocacalle de Relator.
Por lo demás, mas de lo mismo, de lo que hoy día podemos ver en tantas y tantas calles céntricas de la ciudad: un muestrario de fachadas de distintos colores, materiales, huecos y alturas. La Sevilla que heredamos…
Es por ello que, al menos en mi caso, llama la atención ver ve imágenes como ésta, imágenes en la que se puede comprobar que para encontrar un edificio hermoso y de cierta entidad (aunque en la época de la foto estaba ya bastante deteriorado) similar a los que aún podemos ver en el barrio de Santa Cruz o en San Vicente, no hacía falta mas que doblar una esquina de Relator.
Uno siente rabia porque ve que Sevilla era mucho mas que cuatro circuitos turísticos y tres entornos catalogados: “era”, pretérito imperfecto.

En la reconstrucción he intentado ofrecer una idea de lo que sería la calle Pozo en la actualidad si se hubiera mantenido este edificio del siglo XVIII. Ya, por supuesto, no queda nada. El tejaroz sobre la balconada, el cierro del tramo central, la fachada encalada… todo ha dado el relevo a un bloque de viviendas que bien podría estar en el Cerro del Águila o en Leganés.
Y es que al volver la vista atrás muchas veces da pena ver esa senda que nunca se ha de volver a pisar…